A finales de los años cincuenta, y en concreto en 1955, se manifestaban las recientes reformas litúrgicas que incidieron de forma promocional en la Semana Santa almeriense, transformando las tradicionales costumbres piadosas, sobre todo, en lo referente a la organización de los cortejos procesionales.
Ello supuso, que el Sábado Santo, - antes glorioso- convertido ahora en día de recogimiento y luto, quedaba vacío de toda clase de desfiles procesionales, acabados el día anterior con el Santo Entierro (Procesión Oficial) y la Virgen de los Dolores y San Juan Evangelista (Cofradía de la Soledad).
Por tal motivo, indujo a la Cofradía del Descendimiento y la Virgen del Consuelo, El Silencio, a una de las iniciativas más felices de los últimos años, que pronto cuajó en una magnífica realidad, a la que secunda, con su devoto entusiasmo un enorme sector de fieles. Se trababa de organizar una procesión que saliese en ese día, y no podía ser otra que la de la Santísima Virgen del Consuelo en la Soledad de María.
La Cofradía del Silencio, integrada por trabajadores almerienses y dirigida por la Organización Sindical, pensó también, en satisfacer las aspiraciones de un amplísimo sector del ámbito profesional integrado por mujeres, muchas de ellas trabajadoras, y otras no, que sin tener acceso directo a las procesiones de la Semana Santa, deseaban constituir la suya y manifestar públicamente su devoción a la Santísima Virgen.
De esta forma nació la procesión de la Soledad de la Virgen, que en los años cincuenta y, algunos, de los sesenta, recorrió las calles almerienses en la tarde noche del Sábado Santo, nutrida de centenares de mujeres, y muchas otras que se acercaban, con total espontaneidad a presenciar el cortejo, siendo éste, por su singularidad y fervorosa grandeza, un piadoso y fervoroso acto penitencial, que podría considerarse impar en el costumbrismo nacional.
Esta particularidad de que fuesen mujeres quienes en su casi totalidad formaban la procesión, constituyó una característica especial y casi única en España, y que cada año iba adquiriendo un redoblado esplendor.
La imagen de la Santísima Virgen del Consuelo, a la que sus camareras revestían de un exquisito exorno floral y de vestimenta, era llevada por nazarenos, en unas sencillas andas, y acompañada por largas filas de señoras y señoritas. Durante su largo recorrido era frecuente contemplar ejemplos penitenciales dignos de honda admiración y devoción. No había en la procesión más hombres que los indispensables para su organización, y puede decirse, que las mujeres almerienses consideraban ya esta procesión como genuinamente suya.
Aunque, era en aquel momento numerosa la concurrencia femenina en este cortejo (sin hábito ni distintivo alguno), que mostraba la humildad franciscana, se llegó a pensar, que en un día no lejano y al amparo de la Organización Sindical, se llegase a constituir una formal Cofradía erigida canónicamente e integrada exclusivamente por mujeres, que sin duda, sería la primera conocida en esa forma.
Todo ello, se producía bajo el mandato del Pontificado prolífero para la religiosidad popular, Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Don Alfonso Ródenas García, Obispo de Almería, e integraban la Junta de Gobierno de la Cofradía del Silencio distinguidos miembros encabezados por el Capellán y Director Espiritual M.I. Don José Antón Ortiz, Hermano Mayor Don Emilio Viciana Góngora, quién ostentaba el cargo de Delegado Provincial de Sindicatos, Tenientes Hermanos Mayores Don Francisco Castaño Fernández, Don José Manzano Gómez, quien ostentó el cargo Hermano Mayor durante la reorganización de la Hermandad en 1978, y Don Manuel Gutiérrez Bufort, Mayordomos Don Rafael Salazar Ruiz, Don Manuel Trujillo Galera, Don José Esteban González y Don Cristóbal López Lupiañez, Secretario General Don Antonio Alcalde Merlos, Tesorero Don Fructuoso Pérez Barceló, y Vocales Don Guillermo Agüero Carrasco, Don Ricardo López Díaz, Don Carlos Jiménez Bernabé, Don José Arcos Carretero, Don Manuel García – Malea Vega, Don Antonio Caballer Rodríguez, Don Juan Caro Pérez, Don Ángel Bascuñana Granero, Don Antonio Eloy Martín Carmona y Don Antonio Pumarola Bueno.
La procesión de la Virgen organizada por la C.N.S., salía a las 19 horas de la Parroquia de San Agustín (Padres Franciscanos) y recorría el siguiente itinerario: Alfareros, plaza de Jaruga, Ramos, Restoy, Plaza de Toros, Avenida de Vichez, General Saliquet (actual Calle Granada), Puerta de Purchena, Alfareros, al templo franciscano. Tras la llegada, y tras un solemne besamanos, a las 12 de la noche, se llevaba a cabo el oficio religioso de la Vigilia Pascual.
La imagen de la Virgen del Consuelo, obra del escultor imaginero sevillano Castillo Lastrucci, iba vestida con saya y manto, de forma sobria y de riguroso luto, con el ropaje del que habitualmente se encontraba al culto, en una de las capillas laterales de la conventual templo franciscano, la cual está revestida dicha hornacina por un retablo salido de la gubia de Jesús de Perceval, de estilo barroco, en madera caoba y enriquecido sus tallas con pan de oro.
Los almerienses y feligreses conocían a esta solemne procesión del Sábado Santo, como la “Virgen Pobre”, ya que no usaba el preciosísimo traje procesional salido de los talleres del Sindicato de la Aguja, dirigido por la llorada Doña Carmen Góngora, sito en muy céntrica y conventual calle Mariana de Almería.
La presencia física de la mujer en la Semana Santa Almeriense, y en concreto, durante el discurrir procesional de esta bella imagen, supone un adelanto, a lo que posteriormente, el Concilio Vaticano preconizaría sobre la presencia de la mujer en la Iglesia, ya que, la mujer siempre estuvo y estará al pie de la Cruz.
Nuestra Semana Santa, no podría concebirse, aun en pleno periodo de apogeo del anterior Régimen, y a pesar de las reticencias de algunos sectores, a que en el alma del pueblo, no estuviera presente en sus procesiones. La mujer, a través de largas filas penitenciales con su rostro escondido bajo el capuchón de penitente, o vistiendo, en su caso, su traje severo negro y toca con la mantilla española, ofreciendo una pureza de sus ojos y un brillo de belleza a la contemplación cristiana.
Era impresionante, ver el discurrir piadoso de miles de mujeres almerienses acompañando la efigie de la Virgen por calles y plazas con total sobriedad y austeridad, otros dos principios, que la Hermandad del Silencio ha tenido como valedores de su idiosincrasia, junto con el Silencio, tras prestar juramento y la mortificación de todos los sentidos, a fin de merecer por esa penitencia, para ellos y para todos los pecadores, los méritos de la Redención.
Y es que, Almería fue pionera en incorporar a la mujer a los desfiles procesionales en igualdad de participación, ya que, era un homenaje y respeto a todas las madres, esposas, hermanas, novias y mujeres de Almería, que no solo acompañaban el Sábado Santo a la Soledad de la Virgen del Consuelo, sino que, junto al pie de la Cruz acompañaron a Nuestro Padre Jesús de la Pobreza desde el Convento de Santa Clara hasta el Cerro de San Cristóbal en Vía Crucis.
Aunque, no llegó a perpetuarse dicha tradición y a constituirse en Cofradía, no se puede olvidar, que la Hermandad del Silencio es la depositaria de la tradición, y que tras su reorganización en 1978 no se vio viable recuperar esa tradición, siempre estará latente, para que un día, se recobre lo que nunca debería de haber desaparecido, sobre todo, como memoria a los que nos han precedido en la fe, y por respeto y admiración al anónimo peregrinar amoroso, tras el Cristo de la Redención en su Sagrado Descendimiento y la Virgen del Consuelo, de miles de mujeres almerienses.
Por último destacar, que la procesión constituyó un verdadero acto de piedad y penitencia, y merece ser considerada, por todos, como un claro ejemplo de las virtudes que posee la mujer almeriense en aquel momento histórico del nacional catolicismo que tanto incidió en la piedad popular.
Artículo publicado en el diario Almería Actualidad el día 23 de Marzo del 2008 por Rafael Leopoldo Aguilera.
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