España de hoy y de
siempre. Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, más se palpita y se
sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas, que golpea las tinieblas, y solo morir
permanece como la más inmutable razón, vivir es un accidente, un ejercicio de
gozo y dolor.
Muchas
personas de ahora y las que nos precedieron en los misterios de la vida, hicieron de arquitectos de la palabra y
aprendices de las obras que trabajaron con otros a España, a España camisa
blanca en sus aceros. Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir
que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo, estamos tocando fondo.
Hay demasiados profetas en estrados,
profesionales de la libertad, que hacen del trémulo aire bandera, pretexto
inútil para respirar. Hoy, víspera de la festividad litúrgica de los excautivos
Santos Arcángeles, san Miguel, Gabriel y Rafael, acompañados en un metafísico
mal entendido mar de plástico por un número ilimitado e infinito de otros inexistentes
cuerpos de ángeles y querubines con estilo telúrico “Gohst”, nos vamos a
adentrar en el benemérito y místico mes teresiano de la Hispanidad con vistas a
las electorales y pastorales pascuas.
Tras la dominical pontifical en
lejanas tierras del Atlántico norte, parece ser que ha llegado el momento,
dejar hacer & dejar pasar, o que se produzca en el invertebrado y
plurinacional Estado – Nación de España, un proceso de transustanciación para
ver y sentir el misterio de la fe sin razón, lo que ni de derecho ni de hecho
tiene justificación historiográfica,
salvo que el unamuniano pensamiento de Dios, que escribe derecho con renglones
torcidos.
¡Ay Carmela!, negras tormentas de gota
fría agitan los aires cálidos otoñales de la vetusta e ínclita España
constitucional, nubes oscuras que nos impiden ver la literatura milenaria de
nuestra Historia, y aunque nos espere el dolor contra la solución que se adopte
con o sin consenso fotográfico, que no nos falte el ardor del deber legal y
legítimo de la letra del chotis madrileño ¡no pasarán!, ya que el bien más
preciado es la libertad y habrá que defenderla con fe y con valor, la cual nos
llevará al esperanzador triunfo de la dialéctica comunicación, basada en la Voltaire
luz de la razón platónica y el socrático arte del sentido común.
Comentarios