SALVE, ciudad de mis amores, salve! En la carretera nacional 340 hacia Aguadulce, Roquetas de Mar, por la costa, tras la salida del primero de los túneles que oculta la faz esplendorosa de Almería, en el enclave del Bayyana, se encuentra el paraje del Castillo de san Telmo, donde se podría contemplar un panorama sin igual de toda nuestro Espejo del Mar, en esos atardeceres de belleza insuperable y embriagarnos con lo que nos brinda la inmensidad de nuestro mar intensamente azul.
El Castillo de san Telmo como elemento arquitectónico singular y nota sentimental y evocadora, debe de estar presente en el Milenio del Reino de la Taifa de Almería para mostrarnos el fondo de nuestra alma popular de identidad almeriense, de los gloriosos restos de tu histórica Alcazaba, de tu vetusta ermita de san Cristóbal, de las cúpulas y campanarios de tus iglesias, de entre las entrecruzadas líneas de los moriscos terrados de tu alegre caserío, de tu cielo, de tu mar y de tu vega, acude, sin pensar, a mi memoria aquel conocido verso del inmortal Espronceda en su magnífico himno al Sol: Extático ante ti, me atrevo a hablarte.
Nacimos a la vera del Castillo de San Telmo, y forma parte del lienzo de esta ciudad milenaria, en las estribaciones de la Sierra de Gádor y los calizos montes virgitanos, en uno de cuyos estribos, hirsutos y rocosos se alza el remodelado Castillo de San Telmo, inofensivo y débil; pero vigía escrutador de toda la líquida llanura.
Rafael Leopoldo Aguilera
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