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El combate alegórico entre Don Carnal y Doña Cuaresma

AUNQUE nuestra generación, aquella que se desarrolló providencialmente su  infancia y juventud durante la Transición política, apenas tuvo consciencia colectiva de la existencia del carnaval en la capital, incluso diría que en la propia provincia, debido al régimen político imperante en España hace cuarenta años atrás; no es menos cierto, que conocíamos del mismo, del carnaval, sea por lecturas de libros oficiosos o del boca a boca entre los vecinos mayores del barrio, que nos contaban como era el mismo durante la época republicana y al comienzo del régimen franquista, pero que fue suspendido por razones de seguridad, a fin de evitar altercados públicos de todo tipo, no solo políticos, sino incluso venganzas.

Llegado el actual sistema de convivencia democrática de 1978, se puso el marcha a nivel vecinal e institucional, la recuperación de esta tradición centenaria derivada de aquellos años de la profunda escolástica, en la que ante la llegada de los cuarenta días de ayuno y abstinencia, previamente, durante unos días, los fieles y menos devotos, se echaban a la calle para disfrutar con alegría inconmensurable todos los buenos vicios derivados de los pecados capitales, ante la llegada de este tiempo de conversión, en el pretérito con un sentido inquisitorial. Tiempo carnavalesco, que terminaba el martes de piñata o domingo anterior al Miércoles de Ceniza, día del comienzo de la Cuaresma.

Ahora no. El carnaval y la cuaresma se solapan sus actividades de carácter lúdico y religiosas, a un mismo tiempo de continuidad, convirtiéndose el carnaval en una fiesta permanente durante todo el año, con especial fuerza en la ciudadanía desde mediados del mes de enero y hasta entrada la propia Semana Santa.

Recuerdo que en 1999, un gestor del carnaval me solicito que las comparsas o chirigotas, pudiesen actuar en las Casas de Hermandad de las Cofradías penitenciales, incluso en la propia época cuaresmal. La contestación fue agradecer esa petición, que se acordarán los carnavaleros, muchos de ellos cofrades, de este espacio para el encuentro fraternal de carácter religioso, pero que el propio código deontológico de actuación impedían su implementación de este tipo de base festiva.

No es cuestión de hacer un repaso de la historiografía del significado del Carnaval y de cuando se celebraba habitualmente y su duración, pero lo cierto es, que actualmente, todas las fiestas de profundas raíces cristianas están teniendo una alargamiento festivo durante el año, viendo con agrado las actuaciones de murgas, comparsas y chirigotas en pleno mes de agosto con motivo de las fiestas patronales.

Algo ha cambiado en la sociedad actual, que la fiesta se ha convertido en el eje vertebrador de nuestro ocio productivo, y se están confundido en una simbiosis perfecta o imperfecta, los antifaces del carnaval con los antifaces penitenciales........, en fin, todo es cultura popular a pie de calle.

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