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Texto de la presentación del Cartel Oficial de la Semana Santa 2016 exhortado por el hermano-cofrade de la Santa Cena, Ginés Valera Escobar

Presentación Cartel Oficial de Semana Santa de Almería 2016

Por Ginés Valera Escobar
Hermano de la Santa Cena
Buenas noches, muchas gracias por tan inmerecidas palabras.

Con la venia del Señor Primer Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Almería, Señora Presidenta de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Almería, Señor Delegado Episcopal para el Apostolado Seglar, miembros de la Corporación Municipal, Hermanos Mayores, Vocales de la Agrupación de Hermandades y miembros de las Juntas de Gobierno de las Cofradías,  señores galardonados en la tercera edición del concurso de pintura Semana Santa de Almería 2016, Cofrades, Señoras y Señores asistentes que han tenido a bien estar presentes en este acto en esta fría tarde de invierno. Saludo, Hermanos todos en el Señor, paz y bien.
Es todo un honor para este humilde Nazareno de la Santa Cena -y lo agradezco enormemente a la Agrupación y a mi Hermandad-  tener el privilegio de exaltar el cartel oficial de la Semana Santa de Almería 2016, obra del pintor portuense José Manuel Perea Perdiguero, que mereció por unanimidad del jurado de la tercera edición del concurso de pintura ser  reproducido a tal efecto. Vaya por delante mi felicitación también al merecidísimo primer premio de fotografía “Triste y Sola”, dedicada a la Virgen de la Soledad, obra de Antonio Jesús Orts Beltrán y al segundo premio, la fotografía “Eucaristía” que representa la última Cena, del Fotógrafo Juan Miguel Fernández Viedma, magníficas imágenes.

             La pintura ganadora no necesita ser presentada por mi torpe verbo pues en sí misma exhibe y concentra en su más pura esencia toda la grandeza y majestuosidad de la pasión almeriense en el discurrir penitencial de la Hermandad Eucarística y Cofradía de Nazarenos de la Santa Cena y María Santísima de Fe y Caridad, mi queridísima Hermandad.

            En esta sociedad cada vez más secularizada, de pérdida generalizada de valores, de adoración al becerro del oro, donde parecen imponerse actitudes laicas y de deshumanización, quizá también por nuestra grandísima culpa al  no dar los Católicos suficiente testimonio de Fe con nuestro poco comprometido comportamiento diario, no hay que apartarse de la única razón de ser de la Semana de Pasión: la piedad popular de la Semana Santa queda reflejada en las distintas escenas pasionales que componen el relato secuencial del sufrimiento y muerte de Cristo y su resurrección gloriosa, con una rica plástica de imaginería y dramaturgia procesional representada en todas las Pre-Hermandades y Hermandades capitalinas. Toda la Semana Santa se centra y gira en torno al núcleo de la Fe cristiana, es decir, el misterio pascual de Cristo, el camino de conversión al Evangelio es la prueba que da validez a cuanto comprometemos en la piedad popular. Y el Misterio de la Santa Cena  escenifica la institución del sacramento de la Eucaristía, el misterio de la Fe,  en la última cena de Jesús, memorial perpetuo de la nueva y eterna alianza, que es acompañado de cerca por su dolorosa madre, María Santísima de Fe y Caridad.
            Con todo su esplendor, el Misterio de la Santa Cena representa el momento en que tras el lavatorio, Jesús, reunido con el apostolado en el cenáculo, anuncia la traición. Con gran alboroto se sorprenden por la repentina huida de Judas Iscariote, el delator, tras escuchar “haz lo que tengas que hacer”.

            Pero no podrá ser plenamente entendida la quintaesencia que transmite el cartel de Semana Santa una vez  descubierto, sin adentrarnos en la personalidad creativa de su autor.
                Nace José Manuel Perea Perdiguero en 1956 en el Puerto de Santa María, bella Ciudad gaditana. Su afición a la pintura le viene de niño cuando ayudaba a su  padre, el también portuense Francisco Perea Gandulla, a  preparar la pintura al óleo con aceite, las molidas de pigmentos, el secante y las tablas con cola de conejo. Formado en la Facultad de Bellas Artes “Santa Isabel de Hungría” de Sevilla, donde se licenció en la especialidad de Pintura, con cursos de doctorado, en la actualidad ejerce como profesor de Educación Plástica y Visual en un Instituto de la capital hispalense donde compagina su actividad docente con el ejercicio artístico de la pintura, miembro activo de la Agrupación de Acuarelistas de Andalucía.

            En la Facultad estudiaría grabado, escultura, especializándose en pintura: murales, acuarelas, óleo, acrílico; en dibujo sanguina, sepia, tintas naturales…Aprendiendo de los maestros, experimentando, intercambiará distintas técnicas con los compañeros hasta alcanzar  madurez con su propio estilo: del realismo pictórico al realismo mágico.

            Su amplísimo currículo expositivo exige referirse tanto a exposiciones colectivas realizadas en Madrid, Barcelona, Toledo, Sevilla (Galería Manuela Talaverano de Sevilla), Cádiz, El Puerto de Santa María, Benalmádena, Jerez de la Frontera, Aracena, San Fernando, Ceuta, Badajoz, Alcalá de Guadaira, Écija, Vélez, Higuera de la Sierra, Gibraleón, Sanlúcar… como exposiciones individuales en El Puerto de Santa María, Aracena, Sanlúcar de Barrameda, Sevilla y Cádiz.
     
            Obras suyas se encuentran repartidas  en colecciones públicas y privadas tanto en España como en el extranjero.

            Entre las ilustraciones realizadas en diversas publicaciones y carteles podemos destacar el de la Romería de San Isidro de Montellano, Carnaval de Aracena, Cartel y Pegatinas de la II Semana del Medio Ambiente de Montellano en colaboración con la  Diputación de Sevilla, cuadernillos sobre Juegos no violentos del Ayuntamiento de Montellano,  ilustraciones en el ‘Libro sobre Juegos no Bélicos’ de la Diputación de Sevilla, cartel de Fiestas de la Romería de San Isidro Labrador de Montellano; Libro Creadores para la Paz de la Fundación Alberto Jiménez-Becerril; cartel anunciador de la Fiesta de los Patios de El Puerto de Santa María. Y en cuanto a la difusión de la religiosidad popular sobresalen el  cartel anunciador de la Semana Santa de la  Cofradía de la Vera-Cruz de El Puerto de Santa María; Cartel Conmemoración 450 Aniversario Fundación Hermandad de la Soledad de El Puerto de  Santa María y cartel anunciador de la Semana Santa de Canil.

            José Manuel ha participado en multitud de concursos de dibujo y pintura a nivel regional y nacional, obteniendo un primer premio en el Concurso de Pintura “Fernando Vela” de San Fernando (Cádiz, 1992), y el “Gustavo Bacarisas” (Sevilla, 1999) o menciones honoríficas como la obtenida en 2003 en la Exposición de Otoño de la Real Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría. Siendo Accésit en los concursos de pintura rápida de El Puerto de Santa María (2007 y 2008).
           Pero centrémonos ya en la composición que nos ocupa. Contemplamos una bellísima pintura al óleo cuyo cielo nocturno ha sido trabajado a base de veladuras y transparencias sobre base seca, técnica muy utilizada en el Renacimiento. Empieza el artista de arriba abajo con pinceladas impresionistas, anchas, rápidas, ágiles…trabajando toda la gama de fríos azules, turquesas, celestes, violáceos que estallan en el cielo…consiguiendo una atmósfera nocturna con neblina que preside la luna llena. En su descenso, la pincelada certera va ganando en realismo y en rigor, cuidando mucho más el detalle.

            En su margen derecha, el autor centra todo el protagonismo principal en Jesús de Nazaret en su última cena, imagen cristífera destacada que salió de la gubia del escultor imaginero Navarro Arteaga. Para ello ha sacrificado el resto del conjunto escultórico y del apostolado del majestuoso paso de Misterio de la Santa Cena. Erguido, mayestático, rodeado de un aura mística y celestial e iluminado su figura por la luz de las tres potencias,  emerge el Señor en primer plano. Las tres potencias de oro simbolizan los rayos de luz que salen de su misma alma o aureola que rodea la cabeza de las personas divinas

Sus cabellos oscuros divididos en medio de la frente, derraman sobre los hombros. Los ojos, verde miel, conceden una mirada dulce, profunda y estremecedora, que subyuga a todos. La barba poblada y partida en dos compone un rostro mitad divino, mitad viril. Aunque en reposo, dejando caer el peso sobre el pie izquierdo, transmite energía con su gesto sublime de manos, de perfecta proporción, solo concebidas para perdonar, acoger, sanar, devolver la vida, dar de comer al hambriento y beber al sediento o bendecir al pecador, ansioso de paz.  La mano izquierda se aproxima al pecho acentuando su dolor por la traición de Judas, extendiendo la mano derecha para entregar su corazón en actitud de perdón. Y es precisamente este gesto paternal que irradia amor, la falta de crispación serena tras la traición, lo que cautivó al artista hasta el extremo de  inmortalizar al Señor de la Cena para presentarse al concurso de una Almería que le traía recuerdos agridulces por haber servido a la patria en el cuartel de Álvarez de Sotomayor, dejando un rastro de buenas amistades.

Con terciopelo burdeos, el pintor resalta la túnica que viste el Señor, bordada en oro fino, como el cinto que aprieta su cintura y cae en borlas. El pecherín de forma triangular y fileado en cordón, está ricamente decorado con adornos de hojarasca bien perfilados. Las bocamangas están ribeteadas por sendas cenefas enmarcadas por cordones, sobre éstas ampulosa decoración vegetal formada por ces, roleos y acantos. Al hombro, un mantolín verde esmeralda con destellos al cielo.

A sus pies, encontramos en segundo plano superpuesto, una escena nocturna que responde  a la más tradicional dramaturgia procesional almeriense. Con cierta perspectiva desfilan en estación de penitencia los personajes pasionistas secundarios que conforman el cortejo de la Cena. Dos faroles de alpaca  flanquean la Cruz de Guía para iluminarla en su lento avance, abriendo el desfile. De madera de raíces lleva el escudo de la Hermandad apenas intuido y cuatro potencias, en madera dorada, colocadas en la intersección del asta y los brazos para componer la Santísima Cruz de Jerusalén. En la parte superior, se lee bien la tablilla con las iniciales INRI en metal dorado.

Seguidamente caminan tres Nazarenos con sus varas de mando, con equipo penitencial blanco y antiguo rojo, que tantos años acompañó al misterio. Los acólitos ataviados con casullas  agitan sus incensarios creando una atmósfera cargada de olores al chocar con los azahares y rosas, y los ciriales con sus altas pértigas también ornamentadas en metal plateado iluminan el tramo de la Virgen. Al final del plano parece avanzar mecida por sus costaleros y tintineantes bambalinas el Palio de la Santísima Virgen de Fe y Caridad, con su enorme manto de color rojo granate. Representa el profundo dolor corredentor de la Virgen madre, que, con su sereno llorar y abriendo los brazos y ofreciendo su pañuelo para enjugar, acoge la maravillosa obra de su hijo. Dos nazarenos manigueteros con antifaz de verdugo guían el paso. Solo el perseverante Capataz que golpea con el llamador disfruta en proximidad de la serena belleza de la Virgen, que en el cuadro apenas se adivina.

La luz que irradia de la candelería del palio es suficiente para dotar a la Plaza de la Catedral de la Encarnación de una iluminación despertina, que se extiende a la torre de las campanas de la Catedral, el añoso lienzo con sus contrafuertes y las tres longilíneas palmeras que no hace mecer viento alguno, un reenvío a la Santísima Trinidad.  En su marcha, el trono va iluminando las vetustas y angostas calles del casco histórico abarrotadas de fervorosos fieles.

A modo de faldón, el autor ha recortado silueteada de color grisáceo nuestra monumental y sempiterna Alcazaba, una vista que queda gravada en la retina de todos los devotos marianos que se agolpan para disfrutar  en los revirajes de la calle del recordado Poeta José Ángel Valente, a espaldas de la Virgen, momento estelar cuando va al encuentro del Convento de las Puras. Todo un guiño que el pintor hace a la Almería musulmana ahora que se ha conmemorado el milenio del Reino de la Taifa de Almería, al cruce de culturas de una Almería abierta al mar y paso de civilizaciones.

            Éstas son las sensaciones que me han hecho estremecer. La contemplación de este cartel no debe acabar aquí, sino que corresponde a cada creyente comenzar a sentir que late con vida propia en todos los escaparates y comercios de Almería.

Gracias por su atención y que en esta Semana Santa la contemplación de la muerte y resurrección de Jesús refuerce nuestra Fe, el encuentro con el Cristo encarnado que viniendo a nosotros nos ha dado su gracia, transformando nuestros corazones.------------
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