CON el calendario gregoriano, celebramos el IV aniversario
del trinitario descanso eterno del alma del Príncipe de las Letras españolas,
Miguel de Cervantes y Saavedra, entre el primaveral 22 o 23 de abril, señalado
este último, como invención española, como fiesta del Día del Libro. Recordar,
que este mes florido, está repletito de efemérides de sentimientos
contrariados. El 1 de abril, Día de la Victoria, prohibido por la Ley de
Memoria Histórica; y otras, recuperadas con aires de libertad, la legalización
del Partido Comunista de España, Sábado Santo “rojo”, el 9 de abril, y el día
14, tras unas caciquiles elecciones municipales y la abdicación de hecho del
Monarca, la proclamación de la convulsionada II República Española.
Pero, atendiendo a las circunstancias que estamos viviendo,
especialmente, en Hispania, es loable traer a colación, una nación tan nuestra
y tan reconocible a través de la universal literatura española del “Manco de
Lepanto”, el “Caballero de la Triste Figura”, que en un momento inquisitorial,
supo describir con excelente pluma, los afanes, los ocios y los vicios de la
vida en aquella nación en la que no se ponía el Sol, pero que tampoco revertía
para el menesteroso pueblo, ni uno los de los maravedíes – euros- que producía
el oro de las colonias de Ultramar ni los fosfatos del Sahara.
Es habitual, en las cansinas tertulias “y tú más”, soler
sacar a colación la expresión “ser un quijote”, no tanto, por el acervo
cultural de los intervinientes, expresión propia de nuestra lengua castellana,
sino por el sentido de esnobismo mediático multicultural, al referirnos a
personas que se identifican con los valores del hidalgo caballero Don Quijote:
cortesía, coraje, generosidad, justicia, y perseverancia. Mientras que “ser un
sancho”, se lo aplicamos con despotismo no ilustrado, a las actitudes de una
persona incómoda: ignorante, codiciosa, simple o maliciosa, sin olvidarnos
nunca, que el gran Sancho es el verdadero y auténtico sentido común a pie de
calle ante la cruda realidad quijotesca.
Cervantes con gran sentido humanístico, escribe sus obras,
especialmente, El Quijote, cuando España comienza a dar pasos hacia atrás con
carácter decadente, que salvo honrosas excepciones, forman parte de la
historiografía del vigente sistema educativo, y no me refiero a la situación
bélica del peñón de Perejil, recuperado laureadamente.
Rafael Leopoldo Aguilera Martínez
http://www.elalmeria.es/article/opinion/2260017/miscelanea/cervantina.html
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