Semana Santa. Nuestras hermandades y cofradías seguirán siendo ejemplo de una iglesia a la vez secular y renovada.
HACE unos días acabamos el periodo litúrgico de la Navidad y
casi sin darnos cuenta nos hemos introducido, sí bien en el Carnaval, no es
menos cierto, que en la Pasión del Niño Jesús con un sinfín de actividades y
actos propios del catolicismo piadoso español, que dará lugar en el republicano
mes de Abril a la Semana Santa, al Quinto Evangelio según los sentires cofrades
y no cofrades, y más adelante a la Pascua florida con el rocío del Misterio de
la Resurrección.
Se leen en determinados medios de comunicación y debates sobre
esta cuestión, que otra religión monoteísta, los musulmanes, demandarán a
España ante Estrasburgo por las procesiones de Semana Santa por ser "una
ofensa al Islam". Y como en la unamuniana España confundimos, día sí, día
también, las churras con las merinas, en algunos lugares de esta mi querida
España están actuando sus electivas autoridades con cierta beligerancia a estas
tradiciones multiseculares, que dan mucho valor añadido, no sólo al espíritu de
cada persona, sí así lo desean, sino a la economía, especialmente, a la
empleabilidad.
Presenten o no demanda judicial o intenten poner impedimentos de
una forma u otra, incluso cambien las circunstancias sociales, económicas,
jurídicas y políticas del Estado y la propia organización territorial, la forma
y manera de celebrar nuestra piedad popular no cambiará y permanecerá
inmutable, por encima de cualquier contingencia. La fe de un pueblo en la
veneración hacia determinadas advocaciones han perfilado y cimentado, a lo
largo de siglos, lo mejor de nuestras tradiciones.
Con lo agustito que podríamos vivir cada persona dentro de la
sociedad civil más adecuada a sus sentimientos y sensibilidades, amparadas por
el Derecho Constitucional, siempre estamos buscando donde introducir el dedo en
el ajeno ojo del prójimo para molestarle innecesariamente en estos tiempos de
conocimiento y cultura, basados en la praxis científica.
En todo caso, todos
tenemos nuestro tiempo y espacio, y con respeto y consideración a las creencias
y cultos que profesan otras personas, todos y todas tenemos cabida en nuestro
sistema de democracia social y aconfesional no laica. En todo caso, nuestras
Cofradías y Hermandades seguirán siendo ejemplo de una Iglesia a la vez secular
y renovada, como muestras vivas y operantes de la religiosidad popular, como
testimonio permanente de una vivencia solidaria en la fe y la caridad.
Rafael Leopoldo Aguilera
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