Estimados y apreciados lectores,
ante todo feliz Noche Vieja y que tengan un próspero Año Nuevo, y sigan leyendo
con salud “sine die” este Diario de Almería.
En anteriores artículos he
escrito sucintamente de la concepción clásica de la derecha y de la izquierda, desde
perspectivas en lo ontológico y en lo gnoseológico, reflejadas en la semántica,
la simbología, la literatura, e incluso a través del psicoanálisis, y, de otra
parte, el planteamiento, que hoy vemos proyectado en el papel impreso y en el
ambiente: de derecha, de izquierda y de centro. Y con esta tridivisión hemos
vuelto a pasar a la quintipartición por la reiterada alusión a pie de calle y
medios de comunicación, y en general de los mass
media, a la extrema derecha y a la extrema izquierda.
Cada día el fragor de
irascibilidad sube cotas más elevadas ante la politización en el sentido
pragmático de estas calificaciones, en el caso y solo en el caso de la extrema
derecha se presenta agravada como una descalificación. No podemos obviar que la
actual clasificación en pleno siglo XXI obedece a una posición agnóstica acerca
de la existencia de un orden objetivo y a una mentalidad subjetiva de lo
verdadero, lo bueno y lo justo, que en el caso de discrepancia debe resolverse
con una síntesis en una posición ecléctica o por un criterio puramente
cuantitativo como es la ley de la mayoría.
No obstante, hemos visto como
esta semana en el Palacio de San Telmo, el juego dialéctico antes referido está
de hecho establecido, no hay casi nunca resistencia gubernamental al mismo, y,
cuando la hay, es denominada “violencia institucionalizada”, asegurándose que justifica
por sí sola suficientemente, o por lo menos explica la razón negativa al
diálogo, inclinándonos poco a poco hacia el camino de la catástrofe, segura
aunque lenta, en cierto modo, que nos quieren disfrazar con la nueva situación
creada.
Aunque es un problema político,
para muchos es de moral social, tan viejo como el mundo, aquellos que siguen
juzgando a las personas por el follaje de las apariencias, sin penetrar en la
raíz de la cosa pública. No quieren captar su esencia y se detienen en los
accidentes, confundiendo efectos y causas, fines y medios.
Mis últimas palabras, de apoyo y
testimonio al Guardia Civil de paisano, que sufrió la ignominia de ser
vilipendiado por llevar en la manga de su polo el color de la sagrada Bandera
Nacional.
Rafael Leopoldo Aguilera
https://m.diariodealmeria.es/opinion/articulos/Enemigos-libertad_0_1314468572.html
Comentarios