Estamos en las vísperas de la Cuaresma y con este
periodo litúrgico, tras la Semana de Pasión, nos adentraremos en la Semana
Santa y, posteriormente, en la Semana de Pascua de Resurrección. La Semana Santa es patrimonio de todos los
que la viven intensamente, lo es al mismo tiempo, de cada uno, mujeres y
hombres, en particular.
De tal manera es así, que cada cofrade, la siente y
la vive a su modo íntimo, personal e intransferible. Este espacio amanuense no
es suficiente para adormecernos en un canto ferviente, embriagarse con
metáforas de ensueños profundos. A pesar de ello, la Semana Santa tiene cada
año una vigencia actualizada a Luz del Evangelio.
Generaciones siguen sabiéndose pueblo, a través de catolicismo
popular, redimidos por la Bondad y la Misericordia infinitas de Cristo, como lo saben todas aquellas personas que
para vivir más intensamente el Misterio de la Salvación, vistieron por primera
vez con la túnica nazarena, costal o mantilla de negro luto ruan, aceptando con
alegría la penitencia, como Jesús aceptó con desbordado Amor, su Pasión y su
Muerte…
Para quienes dudan del verdadero sentido de la
Semana Santa, en estos momentos de grandes tribulaciones espirituales,
actualmente en este mundo, la sociedad y las circunstancias que se nos
plantean, hemos de contestarles, con firme convicción, no sólo que las
Cofradías con su genuina forma de hacer, siguen teniendo vigor y efectividad,
como celebración religiosa, sino que la tienen en mayor grado que nunca, por la
loable labor que realizan a nivel social con sus bolsas de caridad y ayuda
espiritual de sus directores espirituales.
Entiendo que a muchos les parecerá
sorprendentemente paradójico, incluso contradictorio, pero es verdad, es total
y absolutamente cierto. Quienes se acerquen a los actos litúrgicos de la Semana
Santa, a nuestras iglesias, percibirán la gracia renovada renovando nuestros
espíritus; será para nuestras almas, un cálido soplo que avive la llama de
nuestra religiosidad que se prueba a diario en el duro yunque de la vida
cotidiana.
Cuando mostramos el rostro de Jesús, también se
hace para los desesperados, los incrédulos, los desheredados, los despojados
como Cristo de todo bien, los que perdieron el sentido verdadero del espíritu
humano.
¡Estimados lectores, la Semana Santa vive, y vive
en Cristo que con su Buena Muerte, nos trajo para siempre la Vida Eterna!
Rafael LEOPOLDO Aguilera
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