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Una muestra repasa la evolución del traje de torear desde el siglo XIX


La muestra está estructurada en torno a los capotes de paseo, los trajes de luces, los vestidos goyescos y los del siglo XIX, y se completa con una colección de antiguos carteles taurinos.

Las piezas más antiguas expuestas son un traje verde celedón de principios del siglo XIX y otro corinto y oro datado en el último cuarto del mismo siglo.

Además se muestran dos vestidos goyescos, uno verde y negro que perteneció al maestro Rafael de Paula, y otro caña y beis inspirado en los cuadros de Goya.

Entre los capotes destaca uno gris bordado en plata de ley, que fue usado en su primera época de matador de toros el diestro cordobés Rafael Guerra Bejarano "Guerrita".

Entre los trajes de luces se han incluido algunos utilizados por Mario Cabré Esteve, Joaquín Rodríguez Cagancho o Sebastián Palomo Linares.

El sastre y coleccionista Justo Algaba, que ha cedido algunas de sus piezas para la exposición, ha explicado a Efe que el vestido de torear mantuvo "las mismas líneas clásicas de siempre" durante el sigo XIX y buena parte del XX, y fue a partir de 1970 cuando empezó a "evolucionar de forma notable".

Estos cambios, que pueden apreciarse en la estética y el diseño, los materiales y la duración del traje, y en la forma de confección, han llevado al traje de torear al "momento más glorioso de toda la historia", según este experto.

Algaba ha dicho que "son muchas las prendas del torero", pero que las "imprescindibles" del traje de torear son tres: la chaquetilla, el chaleco y la taleguilla, que en ningún caso debe llamarse pantalón, ha precisado.

A partir de ahí, ha explicado, hay una serie de prendas complementarias, como la camisa, la montera, las medias o las zapatillas, que ocupan "un lugar y un espacio exclusivo" en el cuerpo del torero.

Algaba, quien ha diseñado más de 8.000 trajes a lo largo de sus 46 años de profesión y ha vestido entre otros muchos a Curro Romero, Paquirri y Espartaco, ha subrayado que el proceso de elaboración es totalmente artesanal y personalizado según el color, diseño y dibujo elegidos por el torero.

La confección del vestido, en el que participan cordoneras, lentejueleras, bordadoras, armadoras o sombrilleras, puede prolongarse durante un mes y su coste medio es de 3.000 o 4.000 euros, ha indicado.

La muestra, que podrá visitarse hasta el 10 de junio, ha sido posible gracias a las aportaciones de las colecciones privadas del propio Algaba, Alberto Perales, Ángel Sonseca, José Miguel de la Serna, el Museo Taurino Hermanos Villar y Palomo Linares, quien ha cedido para la ocasión el traje blanco y plata con el que tomó la alternativa en Valladolid en 1966.

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