Todo el año intentamos satirizar
la vida con determinados hábitos, costumbres e intereses de la sociedad de
nuestro tiempo, y para ello, andamos entre máscaras y vestimentas para
frivolizar en algunos casos, y en otros, para acercarnos, a ese otro teatro
humano a pie de calle, para entretener y sí es posible aumentar el erario crematístico
comercial. Ya se recoge en el dicho popular que "cada uno habla de la
fiesta según le vaya". Todos tienen su propia personalidad y su interés.
En un artículo de Larra, quizá el
primer blogger español a su manera, así empieza el artículo "El mundo todo
es máscaras. Todo el año es carnaval". El poeta Gabriel Celaya también nos
indicaba “que vivir era una fiesta” con las manos llenas de alegrías explosivas
y el cerebro barrido de recuerdos, y un tengo no-tengo.
Es como un sueño, que se alarga a
través de los doce meses del año, aunque para algunos otros se conviertan en
pesadilla cansina de tanta fiesta lúdica con lo qué está cayendo de
tribulaciones económicas, desahucios y tasas, aunque a su vez, sirve en muchos
momentos para poder sacar a la luz la realidad, y descubrir la cara de la
verdad a través de las apariencias que engañan constantemente, por lo que no se
sí hay motivos ni para descubrirse ni para taparse.
Carnaval, semana santa, cruces de
mayo, ferias y fiestas, halloween, navidad, etc., festividades culturales, unas
más cristianizadas y otras más profanas, todas al fin y al cabo viniendo del
mismo eje vertebrador mundano, y en todo caso, todas, con el beneplácito
gubernamental del derecho positivo como reclamo turístico; y en todas ellas, un
elemento importante en su solemnidad barroca: el revestimiento externo a pie de
calle sin necesidad de ir a la platea de ningún teatro decimonónico.
Incluso, a veces, los disfraces
suelen llevarse todo el año con tildes de sombrajo, clámide o capisayo para
alargar las secuencias del auto teatral con acompañamientos de alabanceros o
turiferarios.
El problema existencial, social,
cultural, está, sin embargo en la palabra, en la auténtica palabra en el tiempo
y en el espacio, la única que nos lleva del pasado al presente, y del presente
al futuro con una esperanza e ilusión obstinadamente persistente y empírica de
la realidad sentida y percibida, que es continuidad y movimiento.
Al final, la vida es un teatro,
un carnaval, un sueño, un milagro, no por ser invisible a los llorosos y
cabizbajos ojos, debe decir la mente contrita al corazón dolido que no existe.
No por esperar “ver” sin verlo, debe decir tus ojos afligidos al corazón consternado que no hay nada. Mira enfrente, y dime qué ves, simplemente lo
que ves (sin adornos), la pura esencia...la palabra encarnada en el ser que
puede hacernos llegar a creer en la inmortalidad, haciendo posible la
creencia en la eternidad junto al impulso creador.
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