PALIO blanco, tras levantarnos un día sí, otro si, y ninguno no, con noticias demoledoras de carácter cívico-social, que alimentan el espíritu en la flaqueza y la desesperación, solo nos queda siempre el pensamiento más espiritual de un mejor mañana arrimando todos y todas el hombro con pasión para alcanzar y recuperar, en otros casos, lo que debe de ser una existencia amorosa de la vida y la libertad. Muchos de nosotros pertenecemos a una generación española que, como otras, hemos contribuido también a la Historia, eso sí, muchos y muchas con melancolía y humanidad, cuestiones estas últimas en total rescoldo de las tibiezas de quienes se avergüenzan de confesar sus credos de forma desenfadada, humilde y bondadosamente.
Ahora muchas cosas no se ven claras, como sí existiera una niebla permanente, pero el sol sigue estando ahí, con igual potencia e intensidad para seguir iluminando en todo lo que de España queda, esa Esparta de Cristo. Estoy escribiendo dejando que fluyan apaciblemente y sin detenerme en el ordenador las ascetas palabras concurrentes una detrás de otra haciendo un hilo conductor telúrico de extrañeza visual. Son tantas las ideas que vienen y van, que el número de caracteres con espacio me hacen limitar la libertad, no solo de expresión, sino de cátedra, para expresar un breve diálogo quimérico, sin que produzca digresiones sobre lo escrito en virtud de su escasa importancia lírica. Párrafos cortos, que solo quieren testimoniar un lejano Auto Sacramental con silenciosos campanilleros, silencio en los claustros, silencio en las aulas, silencio, que también forma parte del compás de la sinfonía, para que nadie se sienta contrariado ante tanto cúmulo de escarceos y disociaciones filológicas.
Friedrich Nietzsche en una obra suya, nos indicaba, que "No escribir más que lo que pueda desesperar a quienes se apresuran, es algo a lo que no sólo me he acostumbrado, sino que me gusta, por un placer quizá no exento de malicia". Hacer reflexiones, entre la metafísica y la racionalidad más positivista, no deberían de causar ningún tipo de daño moral ni ético al no trasgredir dolosamente ningún ámbito personal ni colectivo, sino puras elucubraciones fruto de la meditación mediática.Otrosí, Napoleón Bonaparte señalaba que "No son las riquezas ni el esplendor, sino la tranquilidad y el trabajo, los que proporcionan la felicidad." Hay que traspasar la cantinela musical diaria de la marcha fúnebre de Chopin, que aun siendo acogedora es triste, y dejarla para cuando sea necesaria celestialmente, ¡cuanto más tarde mejor!
Ahora muchas cosas no se ven claras, como sí existiera una niebla permanente, pero el sol sigue estando ahí, con igual potencia e intensidad para seguir iluminando en todo lo que de España queda, esa Esparta de Cristo. Estoy escribiendo dejando que fluyan apaciblemente y sin detenerme en el ordenador las ascetas palabras concurrentes una detrás de otra haciendo un hilo conductor telúrico de extrañeza visual. Son tantas las ideas que vienen y van, que el número de caracteres con espacio me hacen limitar la libertad, no solo de expresión, sino de cátedra, para expresar un breve diálogo quimérico, sin que produzca digresiones sobre lo escrito en virtud de su escasa importancia lírica. Párrafos cortos, que solo quieren testimoniar un lejano Auto Sacramental con silenciosos campanilleros, silencio en los claustros, silencio en las aulas, silencio, que también forma parte del compás de la sinfonía, para que nadie se sienta contrariado ante tanto cúmulo de escarceos y disociaciones filológicas.
Friedrich Nietzsche en una obra suya, nos indicaba, que "No escribir más que lo que pueda desesperar a quienes se apresuran, es algo a lo que no sólo me he acostumbrado, sino que me gusta, por un placer quizá no exento de malicia". Hacer reflexiones, entre la metafísica y la racionalidad más positivista, no deberían de causar ningún tipo de daño moral ni ético al no trasgredir dolosamente ningún ámbito personal ni colectivo, sino puras elucubraciones fruto de la meditación mediática.Otrosí, Napoleón Bonaparte señalaba que "No son las riquezas ni el esplendor, sino la tranquilidad y el trabajo, los que proporcionan la felicidad." Hay que traspasar la cantinela musical diaria de la marcha fúnebre de Chopin, que aun siendo acogedora es triste, y dejarla para cuando sea necesaria celestialmente, ¡cuanto más tarde mejor!
Comentarios