EL que fuese presidente de la Diputación matritense Carlos
González Bueno, allá por el año 1965, decano de la Beneficencia, excelente
cirujano del aparato digestivo, que es el sistema que funciona peor de los
españoles, por insuficiencia o por exceso; le contaba al periodista social-demócrata
“falangista” Emilio Romero, lo que se encontró en el despacho institucional de
la corporación provincial madrileña cuando tomó posesión del cargo, que parecía
una estancia de la Verbena de la Paloma, donde frecuentaban señoras de la
época, pero no en sus años, sino dentro de las predilecciones del marqués de
Valdavia, un poco a la moda de Rubens.
Los gastos de representación señalaba que se elevaban a
millón y medio de pesetas al año, y al pedir la relación de facturas se
encontró con partidas pintorescas, como cestas de flores a Celia Gámez, la
cupletista del “No pasarán”, cajas de puros “cubanos”, que a juzgar por su
número, los diputados provinciales se pasarían el día fumando sin interrupción,
guateques de señoras de las cuestaciones y cosas así. Antes, además de un grave
pecado capital, tipificado como mortal – infierno sin purgatorio- , estaba
entre las faltas punitivas adúlteras estos indicios manifiestos de lujuria, a
pesar de la gran humanidad y bondad que tenía el edil por el éxito y dedicación
corporativa.
El marqués de Valdavia, partidario del dictatorial Régimen,
sí no tenía bastante con lo dicho, un día asistió a un pueblo de Madrid para
celebrar la traída de aguas, y mientras el marqués le daba vueltas al grifo,
para que saliera el agua salvadora, unos discretos y esforzados funcionarios municipales
echaban al otro lado del tubo agua por medio de cántaros. En realidad muchos
años en la presidencia de esta entidad le daban al presidente vitalicio del
Movimiento Nacional, algún derecho a inaugurar una traída de aguas por este
sistema, algo más antiguo y tradicional que el sistema de riegos de los árabes
en el Reino de la Taifa de Almería.
Estas anécdotas, entre las frivolidades lúdicas de
dispendio y las expresiones de
austeridad, hubieran sido suficiente motivo para suprimir las Diputaciones,
pero su Función Pública continúo
vocacionalmente arrimando el hombro con pasión, dando un loable y plausible
servicio público a los municipios de las provincias, tras la promulgación de la
plurinacional Constitución española de 1978.
Rafael Leopoldo Aguilera Martínez
http://www.elalmeria.es/article/opinion/2229785/diputaciones/in/pectore.html
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