La Macarena Reina del Lunes Santo, puso saetas, esperanza y música
Siendo la hora más taurina, a las cinco de tarde, a las cinco en punto de la tarde, en el señero y sentimental barrio taurino del Coso de la Avenida de Vílchez, que tantas tardes de gloria ha dado a la tauromaquia, abrieron sus grandiosas puertas sita en la Calle de Las Mercedes pertenecientes al templo parroquial de San Ildefonso, para recibir entre vítores, alabanzas y saetas en señal de tributación de amor filiar y veneración a la Reina y Señora del Lunes Santo a María Santísima de la Esperanza Macarena y a Nuestro Padre Jesús de la Sentencia.
Todo el cortejo procesional fue compactado y organizado cuidadósamente en el interior del templo, y tras las palabras de la dirección espiritual, que leyó la Sentencia que hacía presagiar lo que posteriormente se vivió con el Misterio en la calle e indicar el objetivo catequizador de los pasos de la Cofradía, en la piedad popular almeriense, es acercarnos a la palabra del Evangelio. En el silencio claustral de la Iglesia sonó la campanilla que indicaba alzar la Cruz de Guía y comenzar el camino de peregrinación por las laberínticas calles almerienses con filas de nazarenos, proclamando públicamente la fe, imagen y signo, Sacramento de Dios sobre la tierra, cubiertos con exquisitez con el hábito penitencial macarena de túnica marfil de capa, antifaz y cíngulo burdeos y/o verde, portando largos cirios de luz del mismo color.
En el exterior de la Iglesia parroquial, con gran sentido de barrio, remansados en un tiempo perdido, con aromas de incienso y albero, se transformó el barrio, cuando la ciudad decide hacerse pueblo el Lunes santo y echarse a la calle para presenciar el tránsito de la Cofradía de los “macarenos”, y con gran expectación bulliciosa clavaron los ojos en el dintel de la puerta de la Iglesia, al ir presentándose, lentamente y paso a paso, ante los fieles, el impresionante Paso de Misterio de la Sentencia, tallado el canasto por Antonio Ibáñez y adornado con iris morados, siendo dirigido con esmera sensibilidad por el capataz Félix Miguel Dionis, escuchándose el sobrecogedor arrastrar de los pies de los costaleros a los sones del himno nacional y de marchas procesionales interpretadas por la Banda de Santa Cruz de Almería.
Tras el último nazareno de luz del segundo tramo, toda la liturgia de las cofradías, el Estandarte corporativo, Senatus, bocinas, los ciriales con el pertiguero que anuncian la llegada de la Dolorosa bajo palio barroco, la Esperanza Macarena, Virgen de la Vida y la Esperanza, dulzura nuestra que se escapa de su pena y con la ternura que esconde su mirada iluminada por la inmensidad de la candelería y sus claveles y rosas blancas, prendió de emoción a todos cuantos la presenciaron en la tarde noche del Lunes santo, llevada magistralmente y con esmero con los 45 costaleros dirigidos por el estimado capataz Tomás Vidal Castellón, a los sones de marchas procesionales de la popular Banda de Música de Torredonjimeno de Jaén, mezclado con los vítores de “Macarena guapa y bonita”.
Con armonía, finura y señorío en las mecidas y andares del Paso de la Esperanza Macarena, que al viento se escuchan los cimbreantes varales y bambalinas, la Cofradía llegó a la Iglesia de San Sebastián donde fue recibida, como es tradicional y como acto de hermanamiento, por la puerta que da nombre a la plaza, por la Cofradía del Cristo del Amor, abriéndose las puertas del templo, y pudiéndose contemplar la bella estampa de esa admirable imagen del Cristo Crucificado, obra de almeriense Perceval, junto a la imagen sagrada de la Virgen de la Esperanza Macarena. Un momento esperado por miles de almerienses que aglomeraban en torno a la efigie de la Inmaculada Concepción, con profundo recogimiento y sentimiento pasional al ver a la Madre a los pies de la Cruz del Hijo, recordándonos las Estaciones del Vía Crucis.
Tras discurrir su magnánimo cortejo procesional por las calles del casco antiguo, dejó atrás la Iglesia de Santiago y el Santuario de la Virgen del Mar, para adentrarse, pedida la venia, en la muy recoleta y almeriense Carrera Oficial, donde la Cofradía hizo su Estación dando testimonio público de bien hacer, para enfilar la calle de las cruces, en donde la Cofradía volvió a transformarse, de nuevo, en cofradía de barrio, arrastrando a una multitud de fieles y cofrades en su recogimiento al templo, y que al son de marchas procesionales, aplausos, oraciones y un sin fin de emociones y sentimientos caminaba despacio ambos Pasos, sin prisa por despedirse, en su Misterio y Palio, y gozosos de recibir y aceptar estas manifestaciones explosivas de cariño, es la “bulla macarena”.
La Hermandad iba presidida por el Rvdo. Francisco Salazar Zamora, el torero Pepín Jiménez y miembros del Cuerpo Nacional de Policía, que son Hermanos Mayores honorarios. El Lunes Santo en barrio de la Plaza de Toros, con la Cofradía de la Macarena fue signo del gran exponente de sensibilidad penitencial y exaltación cofrade macarena desde la vivencia solidaria de la fe y la caridad.
Siendo la hora más taurina, a las cinco de tarde, a las cinco en punto de la tarde, en el señero y sentimental barrio taurino del Coso de la Avenida de Vílchez, que tantas tardes de gloria ha dado a la tauromaquia, abrieron sus grandiosas puertas sita en la Calle de Las Mercedes pertenecientes al templo parroquial de San Ildefonso, para recibir entre vítores, alabanzas y saetas en señal de tributación de amor filiar y veneración a la Reina y Señora del Lunes Santo a María Santísima de la Esperanza Macarena y a Nuestro Padre Jesús de la Sentencia.
Todo el cortejo procesional fue compactado y organizado cuidadósamente en el interior del templo, y tras las palabras de la dirección espiritual, que leyó la Sentencia que hacía presagiar lo que posteriormente se vivió con el Misterio en la calle e indicar el objetivo catequizador de los pasos de la Cofradía, en la piedad popular almeriense, es acercarnos a la palabra del Evangelio. En el silencio claustral de la Iglesia sonó la campanilla que indicaba alzar la Cruz de Guía y comenzar el camino de peregrinación por las laberínticas calles almerienses con filas de nazarenos, proclamando públicamente la fe, imagen y signo, Sacramento de Dios sobre la tierra, cubiertos con exquisitez con el hábito penitencial macarena de túnica marfil de capa, antifaz y cíngulo burdeos y/o verde, portando largos cirios de luz del mismo color.
En el exterior de la Iglesia parroquial, con gran sentido de barrio, remansados en un tiempo perdido, con aromas de incienso y albero, se transformó el barrio, cuando la ciudad decide hacerse pueblo el Lunes santo y echarse a la calle para presenciar el tránsito de la Cofradía de los “macarenos”, y con gran expectación bulliciosa clavaron los ojos en el dintel de la puerta de la Iglesia, al ir presentándose, lentamente y paso a paso, ante los fieles, el impresionante Paso de Misterio de la Sentencia, tallado el canasto por Antonio Ibáñez y adornado con iris morados, siendo dirigido con esmera sensibilidad por el capataz Félix Miguel Dionis, escuchándose el sobrecogedor arrastrar de los pies de los costaleros a los sones del himno nacional y de marchas procesionales interpretadas por la Banda de Santa Cruz de Almería.
Tras el último nazareno de luz del segundo tramo, toda la liturgia de las cofradías, el Estandarte corporativo, Senatus, bocinas, los ciriales con el pertiguero que anuncian la llegada de la Dolorosa bajo palio barroco, la Esperanza Macarena, Virgen de la Vida y la Esperanza, dulzura nuestra que se escapa de su pena y con la ternura que esconde su mirada iluminada por la inmensidad de la candelería y sus claveles y rosas blancas, prendió de emoción a todos cuantos la presenciaron en la tarde noche del Lunes santo, llevada magistralmente y con esmero con los 45 costaleros dirigidos por el estimado capataz Tomás Vidal Castellón, a los sones de marchas procesionales de la popular Banda de Música de Torredonjimeno de Jaén, mezclado con los vítores de “Macarena guapa y bonita”.
Con armonía, finura y señorío en las mecidas y andares del Paso de la Esperanza Macarena, que al viento se escuchan los cimbreantes varales y bambalinas, la Cofradía llegó a la Iglesia de San Sebastián donde fue recibida, como es tradicional y como acto de hermanamiento, por la puerta que da nombre a la plaza, por la Cofradía del Cristo del Amor, abriéndose las puertas del templo, y pudiéndose contemplar la bella estampa de esa admirable imagen del Cristo Crucificado, obra de almeriense Perceval, junto a la imagen sagrada de la Virgen de la Esperanza Macarena. Un momento esperado por miles de almerienses que aglomeraban en torno a la efigie de la Inmaculada Concepción, con profundo recogimiento y sentimiento pasional al ver a la Madre a los pies de la Cruz del Hijo, recordándonos las Estaciones del Vía Crucis.
Tras discurrir su magnánimo cortejo procesional por las calles del casco antiguo, dejó atrás la Iglesia de Santiago y el Santuario de la Virgen del Mar, para adentrarse, pedida la venia, en la muy recoleta y almeriense Carrera Oficial, donde la Cofradía hizo su Estación dando testimonio público de bien hacer, para enfilar la calle de las cruces, en donde la Cofradía volvió a transformarse, de nuevo, en cofradía de barrio, arrastrando a una multitud de fieles y cofrades en su recogimiento al templo, y que al son de marchas procesionales, aplausos, oraciones y un sin fin de emociones y sentimientos caminaba despacio ambos Pasos, sin prisa por despedirse, en su Misterio y Palio, y gozosos de recibir y aceptar estas manifestaciones explosivas de cariño, es la “bulla macarena”.
La Hermandad iba presidida por el Rvdo. Francisco Salazar Zamora, el torero Pepín Jiménez y miembros del Cuerpo Nacional de Policía, que son Hermanos Mayores honorarios. El Lunes Santo en barrio de la Plaza de Toros, con la Cofradía de la Macarena fue signo del gran exponente de sensibilidad penitencial y exaltación cofrade macarena desde la vivencia solidaria de la fe y la caridad.
Comentarios