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Almería se hizo más cofrade y nazarena con el Indaliano Cristo de la Escucha. Emotiva última “levantá” en honor al cofrade Baltasar Jiménez Campuzano

Foto: Facebook de  Francisco Jose Lopez Mendez.
En este mes de abril, fecha centenaria del nacimiento del polifacético almeriense Jesús Pérez de Perceval y del Moral, fundador del Grupo y Movimiento Indaliano,  máximo  exponente cívico-religioso de la piedad popular de la identidad de lo almeriense durante los años del nacional-catolicismo tras la guerra incivil, al realizar obras de imaginería religiosa, que no solo salieron de su taller, sino que aplicó con genialidad y maestría la gubia, y que hoy día son un gran muestra del sentir de nuestra idiosincrasia más genuina de la provincia de Almería.

La obra escultórica más representativa culminó esta otoñal “madrugá”, en el siempre piadoso Vía Crucis penitencial del Santísimo Cristo de la Escucha, “El Señor de Almería”, tanto por tradición como por fervor y devoción centenaria, que se ha ido manteniendo y acrecentando con el paso de los beligerantes últimos años de marcado sentido laicista con la frase de Azaña que “España había dejado de ser católica”.

La recogida de las Cofradías penitenciales del Día de la Institución de la Eucaristía y del Amor fraterno en la “madrugá” está permitiendo y facilita, que muchos cofrades y fieles esperen en sus sedes canónicas velando al Santísimo en el Monumento, incluso en la propia Santa y Apostólica Iglesia Catedral de la Encarnación, ante la sagrada efigie del Cristo de la Escucha o, asistiendo a  la  Hora Santa ante el Santísimo Sacramento – en la Capilla de la antigua Parroquia del Sagrario de la Catedral -, para sumarse, posteriormente, al cortejo procesional de silencio, austeridad y sobriedad, que comenzó con las primeras campanadas del cristiano torreón llamando a “Laudes” para presenciar con genuflexión la primera de las Estaciones, “Jesús es condenado a muerte”, produciéndose en toda la episcopal y palmeral plaza de la Catedral, la impenetrabilidad de todos los cuerpos ante la lectura de tan ignominiosa Sentencia judicial de hace dos mil años.

Al unísono, contestaron los miles de personas que se congregaban, al igual, que en resto de Estaciones, “Señor pequé, tened piedad y misericordia de mi”, comenzando el tránsito de cada uno de los momentos de la Pasión y Muerte del Señor de la Vida y la Esperanza, el Hijo del Hombre y de Dios, por las calles del milenario casco histórico almerienses; siendo emotivo el paso por los Conventos de Clausura franciscanas y concepcionistas, “Las Claras” y “Las Puras”, de la caridad esperanzadora de  “Las Siervas de María”, dominico Santuario de Nuestra Señora del Mar, Patrona coronada de Almería, e iglesia de San Pedro Apóstol con sus dos Hermandades de pasos evangélicos de la Santa Cena y el Santo Entierro de Cristo con su Dolorosa madre en la Fe y la Caridad, en cuyas iglesias y templos los fieles se persignaban y reverenciaban su paso en señal de respeto a los Misterios de la Fe, que son ultrajados por quienes no respetan la constitucional libertad de creencias.

El funcionamiento de la capitular Hermandad del Santo Cristo como Asociación pía,  está realizando una loable y plausible actividad cofrade, redundando pastoralmente en un mejor desarrollo del Vía Crucis en cuanto a organización del mismo, al incardinar un sentido de seriedad ascética, propio de este tipo de cortejos penitenciales, que testimonia en comunión eclesial, el reencuentro espiritual, especialmente, en aquellas reflexiones que estuvieron orientadas a rezar por aquellos cristianos, que están siendo masacrados en determinados países del mundo y por las siempre acertadas intenciones franciscanas del Santo Padre en torno al Amor y el Perdón. La última “levantá”, a pulso de los hombres de trono, fue dedicada por el eterno descanso del cofrade almeriense Baltasar Jiménez Campuzano.

Algunos cofrades recordábamos con sentido nostálgico, cuando hace años, la IV Estación se hacía en la iglesia de Santiago Apóstol, y aparecía en ese momento bajo el dintel de la puerta principal la Virgen de los Dolores “La Soledad” frente al Paso de La Escucha; un hecho del catolicismo popular, que hizo, incompresiblemente, que el recorrido del Vía Crucis se cambiase al actual para evitar una excesiva concentración de devotos durante la lectura de tan emotivo paso penitencial, que se esperaba con expectación todos los años, al corresponderle la reflexión pastoral al siempre llorado y preclaro canónigo archivero Dr. Juan López Martín.

Rafael Leopoldo Aguilera Martínez

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