Segunda edición de la obra Al pie de la Alcazaba (1943-1950),
editada por el Instituto de Estudios Almerienses de la Diputación Provincial.
Científica y divulgativo título para estas fechas que estamos celebrando con
ciertas disociaciones orgánicas el Milenio de la creación del Reino de la Taifa
de Almería. En esta ocasión se amplía
con otro relato del mismo autor José Siles Artés: Desde el malecón (1939-1943),
que se inicia con el día en que, concluida la Guerra Civil Española 1936-1939,
entraron los ganadores, que según Unamuno “vencieron, pero no convencieron” en el municipio de Garrucha, pueblo de
nacimiento del autor. Ambos textos cuentan las vivencias de la infancia,
adolescencia y juventud de un vocacional maestro José Siles Artés y de los
maestros monárquicos y republicanos, que tuvieron que realizar un esfuerzo
personal ante el Movimiento para no ser desterrados, cuerpos de presidio o
fusilados en las tapias de los cementerios, y poder seguir ejerciendo, por
imperativo imperial unas tareas
docentes marcadas por el autoritarismo del régimen.
Son 290 páginas, en las que el
autor José Siles Artés, con gran sensibilidad humanística, en la plenitud de su madurez cognoscitiva,
describe los mencionados tristes años en
blanco y negro de Berlanga, ante la dramática y cruel guerra incivil y
desgarrada posguerra ignominiosa, debido a la carestía, pero sobre todo, al
miedo y temor a la represión, a la falta de perdón de los vencedores de la
“Cruzada”, que hubiera supuesto para todos los presentes y caídos, en caso
de actuar con corrección fraterna, actualmente también en desuso canónico, un
hálito de esperanza en la paz de la histórica memoria, y como decía Pedro Calderón de la Barca “que sí
a la victoria se le suma el perdón, son dos victorias” .
Cuánto deberíamos de valorar
estas experiencias personales, de una
intimidad sin igual, en donde los sentires se ponen a pie de calles, y algunos y algunas vivimos
el ocaso de tanta miseria y penuria, pero la mortificación estaba ahí, en las
letras escritas con tinta y pluma, con emoción y sentimientos, vivencias en casas
de planta baja con dos habitaciones con el candil, el quinqué y la palmatoria
que alumbraban la cal humeante de las paredes de los semiderruidos hogares
españoles; el burro, la mula y el carro como medio de transportes eran
imprescindibles; y el agua corriente y la calefacción, un lujo de las
poblaciones grandes y afectos o indiferentes al Régimen.
Y la clase trabajadora, en su mayoría analfabeta, vivía bajo el umbral de la
pobreza.
Cuando visitamos los Campos
Santos el día 1 de noviembre, cuántas sepulturas y nichos de personas que
vieron truncada su vida, sus sueños de libertad, de esperanza, debido a las
enfermedades y al hambre, sobre todo los más débiles y ancianos, siendo
enterrados o inhumados con el Sacramento de la Unción de enfermos del cuerpo,
no del alma, en cristiana sepultura,
en el “ataúd de las ánimas”, facilitado por los Ayuntamientos por motivos de
higiene, salubridad y seguridad ciudadana.
Rafael Leopoldo Aguilera Martínez
Publicado en el día de hoy en el diario IDEAL Almería, página 21.
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