DADOS a realizar mentales elucubraciones y cansinas comparaciones en tertulias, tanto historiográficas como hagiográficas, con mucha soltura literaria quijotesca o pancista, incluso, no admitimos sentimientos contrariados frente a determinados tipos de cuestiones, las consideramos dogmas fe inquebrantable, inmutable y eterna a nivel geométrico y aritmético.
La Ciencia gracias a Dios está demostrando lo contrario. Pero no es una tesis de unamuniana fe, sino que la Constitución Española de 1978, en relación con todos los regímenes políticos que fluyeron en España en gran parte del siglo XX, no permitieron o establecieron mecanismos intervencionistas en el pensamiento individual y colectivo, boicoteando con normas legales, pero no legítimas, a pesar de estar plasmadas en un diario oficial, la libertad para criticar a cualquier institución del Estado, la libertad de información, la libertad de religión, la libertad de educación, la libertad para ondear la bandera roja y gualda, la libertad para ver en el cine como fecundan las flores y la libertad para exponer ideas o críticas al gobierno en una obra de teatro sin censura previa.
En la II República y el franquismo, siendo polos antagónicos políticamente, en ambos, respectivamente, no podías menospreciar ni al régimen ni a los organismos del Estado, existía censura gubernativa previa sí perturbaban la paz o el orden público; se acosaba a la religión católica y otras confesiones estaban prohibidas su culto público; tortura y asesinatos que quedaron impunes; la prohibición de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, la libertad de enseñanza; ni se podía hablar de Monarquía ni de República; El Último Tango en Paris (1972) había que ir a verlo a Perpignan y la película Éxtasis (1934) se prohibió la escena de una yegua y una caballo por ser lujuriosas, y qué decir de las obras de teatro por motivos políticos o ideológicos, por el mero hecho de contener críticas al gobierno.
La liberal Constitución española (1978), la Constitución de la Transición política, es el mejor instrumento que España ha tenido en sus quinientos años de unidad territorial, y todo lo que sea vulnerarla y ultrajarla, en un futuro mediato, nos daremos cuenta, que salvo algunas modificaciones de carácter técnico, en su conjunto, a pesar de ser un compendio de conceptos jurídicos indeterminados, nos ha dado el mayor bienestar social democrático.
Rafael Leopoldo Aguilera
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