HEMOS pasado de estar todos los días conversando, día sí, día también, sobre el término macro económico de la "prima de riesgo" al vocablo apologético con tintes catastrofistas del "populismo". Sí el otro era grave, y sigue siendo grave, esperemos que no suba el petróleo, este último es de tal gravedad, que en caso de que las democráticas urnas no lo remedien, vamos a terminar siendo un satélite político del algún régimen político con planteamientos revolucionarios de principios del siglo XX.
El problema ahora son los populismos, a los que hay que atajar desde la praxis política, esos partidos que están situados en su génesis a la derecha de la derecha, o a la izquierda de la izquierda, y sus polos opuestos no se repelen sino se atraen, formando en una misma moneda un conglomerado de pensamientos utópicos, un totum revolutum, que solo son inteligibles en las aulas académicas de políticas y bohemias cafeterías machadianas como culturilla exenta de todo espíritu navideño.
Quien diga que la situación actual es buena, que estamos haciendo los deberes colegiales, y que es mejorable de forma mediata, o lo hace presionado por los absolutistas leones de la Carrera de San Jerónimo o ha entrado en la espiral de la quijotesca o pancista picaresca compulsiva y piadosa de nuestra querida España. Si el Banco Central Europeo deja de comprar deuda pública a precio de "marcas blancas", suben los intereses, seguimos despilfarrando en gasto público con la nueva elevación del techo presupuestario, suben los impuestos directos e indirectos y con ello la presión fiscal, nuestras empresas no sean capaces de aguantar el ritmo de competitividad que supone la internalización y el barril de petróleo suba como la cerveza, la tasa de paro oficiosa a nivel estadístico del 20 % se incrementará como la espuma al igual que la deuda pública, que está a tres dígitos del PIB, y que no habrá quienes la adquieran.
Pero el populismo no se fija en esto, sino que el acceso a la sanidad pública es deficiente, que la aplicación de la ley de la dependencia es muy deficiente, la educación insuficiente, que no se crean empresas para atender el elevado número de personas paradas de todas las edades, y antes de trabajar están jubilados por inanición, que muchos barrios están abandonados en aspectos de infraestructuras y equipamientos y que no se nota en nada la tan traída regeneración democrática, etcétera
Rafael Leopoldo Aguilera Martínez
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