GONZALO Hernández Guarch presentó en la sede social de la Asociación de Amigos de la Alcazaba su última publicación editada por Arráez editores, dirigida por el historiador y miembro del IEA Juan Grima, dedicada a Ibn Jaldún, uno de los personajes más fascinantes del siglo XIV, que nos introdujo en una visión empírica de la historiografía en los diversos aspectos académicos que la integran.
G.H. Guarch nos permite acercarnos a una figura apasionante yemaní cuyas vivencias religiosas discurrieron con un gran sentido de racionalidad humanística humanístico en donde se manifiesta que "la envidia es una enfermedad que acompaña al ser humano desde el principio de los tiempos y que, con total seguridad, terminará con él".
Hace referencia, entre otros, a un sultán, hombre culto e instruido, raro ejemplar entre los políticos de entonces, que invitó a Ibn Jaldún a participar en los cenáculos literarios de los que tanto gustaba, lo que hasta aquel día habían sido meros celos, se transformó en profunda malevolencia. ¡Ah, qué terrible puede llegar a ser el hombre para el hombre! Las delaciones, las mentiras, las murmuraciones, que no son otras cosas que el fermento del mal, se hacen imparables.
En el libro, en literarias ocasiones, se refleja el sentir de la traición, de perversión, que lo habían visto desnudo y de apostasía incluso. Pero con los todopoderosos hay que tener precaución y mantener las distancias. Yo lo traté como un amigo y eso no le gustó. Él solo aceptaba esa mezcla de servilismo, adulación y admiración continua a su persona. Yo no era capaz de mantenerla y él se dio cuenta. Entonces demostró que sus sentimientos hacia mí no eran sinceros y en ese desencuentro dejé de ir a verlo. Una parte de la historia y de las reflexiones se desarrollan entre el Magreb y Al-Andalus, en la nazarí Almería protegida por su gran alcazaba en un cielo tachonado de estrellas, el paraíso terrenal del Generarife y la vega de Elvira de Granada y en la mezquita sevillana ocupada por Pedro I de Castilla de la dinastía española de los Trastámara.
Debes hacerte cargo lector que en esta bella biografía novelada, se abre el corazón, no te lleves a engaño. Así es la vida, lo repetiré tanto como haga falta, pues esta historia tiene como otras, una moraleja. Envidia igual a mors tua vita mea, tu muerte es mi vida. Eso no era nada nuevo y además, a fin de cuentas, estamos en manos de Dios. ¡Él es compasivo y misericordioso!
G.H. Guarch nos permite acercarnos a una figura apasionante yemaní cuyas vivencias religiosas discurrieron con un gran sentido de racionalidad humanística humanístico en donde se manifiesta que "la envidia es una enfermedad que acompaña al ser humano desde el principio de los tiempos y que, con total seguridad, terminará con él".
Hace referencia, entre otros, a un sultán, hombre culto e instruido, raro ejemplar entre los políticos de entonces, que invitó a Ibn Jaldún a participar en los cenáculos literarios de los que tanto gustaba, lo que hasta aquel día habían sido meros celos, se transformó en profunda malevolencia. ¡Ah, qué terrible puede llegar a ser el hombre para el hombre! Las delaciones, las mentiras, las murmuraciones, que no son otras cosas que el fermento del mal, se hacen imparables.
En el libro, en literarias ocasiones, se refleja el sentir de la traición, de perversión, que lo habían visto desnudo y de apostasía incluso. Pero con los todopoderosos hay que tener precaución y mantener las distancias. Yo lo traté como un amigo y eso no le gustó. Él solo aceptaba esa mezcla de servilismo, adulación y admiración continua a su persona. Yo no era capaz de mantenerla y él se dio cuenta. Entonces demostró que sus sentimientos hacia mí no eran sinceros y en ese desencuentro dejé de ir a verlo. Una parte de la historia y de las reflexiones se desarrollan entre el Magreb y Al-Andalus, en la nazarí Almería protegida por su gran alcazaba en un cielo tachonado de estrellas, el paraíso terrenal del Generarife y la vega de Elvira de Granada y en la mezquita sevillana ocupada por Pedro I de Castilla de la dinastía española de los Trastámara.
Debes hacerte cargo lector que en esta bella biografía novelada, se abre el corazón, no te lleves a engaño. Así es la vida, lo repetiré tanto como haga falta, pues esta historia tiene como otras, una moraleja. Envidia igual a mors tua vita mea, tu muerte es mi vida. Eso no era nada nuevo y además, a fin de cuentas, estamos en manos de Dios. ¡Él es compasivo y misericordioso!
Rafael Leopoldo Aguilera
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