PARECE que vuelve el cielo por la restaurada España. Está demostrado que, tras tres años de crecimiento económico, el juicio de expertos e inexpertos se enluta y se promueve la arquitectónica construcción de la praxis teórica que hemos vencido las leyes de la macroeconomía y la microeconomía. Sí este periodo llegase, al menos, a ocho años, hasta los propios catedráticos eméritos de economía política podrán afirmar que los ciclos económicos son de fuerza mayor, inevitables, producto de la naturaleza de los mercados financieros y comerciales.
Entre la codicia generalizada y el éxito de los mercados; la infravaloración del riesgo y ventura en el funcionamiento biológico mercantil y la falta de regulación de los mercados financieros; los "salvavidas asegurados" que no han dado resultado y la orgía en la asunción de riesgos; los gobiernos que inflaron la burbuja con exenciones fiscales y la ley de los grandes números que aumentaban las insolvencias a límites… pone de manifiesto notorio, que quienes ejercen la regulación no tienen una sapiencia y sabiduría superior a los beneméritos mortales a pie de calle o bicicleta en mano, que han tenido que soportar estoicamente el "placer" sin perder la "etrusca sonrisa" del alma de la pérdida de los puestos de trabajo, aminoración de las retribuciones y los patrimonios.
Desnudada la crisis y el exceso de confianza en los mercados, y tras superar el letargo al que nos habían abocado con ocasión del deslumbramiento de tanta prosperidad celestial en una porción maquiavélica del globo terráqueo, hemos vuelto a nacer, una nueva oportunidad para poder conciliar un modelo de justicia como equidad, a través de la sinergia entre los principios de libertad e igualdad y también capacidad para poder solventar, entre otras cuestiones humanísticas, la escasez extrema y la hambruna y el padecimiento ignominioso de las enfermedades sin cobertura farmacológica y quirúrgica.
No cabe más pesimismo. No queda más remedio que progresar, mejorar y avanzar en lugar de condenar y castigar, y con paciencia, paciencia, paciencia, dejar de sobrevivir para vivir; vivir con empuje y fortaleza vital, sin tiranías financieras, con democracia real y espíritu solidario. En fin, como "dice" el padre del idealismo alemán y revolucionario de la dialéctica por su impacto en el materialismo histórico G.W. Friedrich Hegel: "Solo uno me ha entendido" en su santo sacramento.
Rafael Leopoldo Aguilera Martínez
http://www.elalmeria.es/article/opinion/1881193/etrusca/sonrisa.html
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