En 1976 llegaba la primera de la
Semana Santas sin Franco, aunque con un sistema político, que iría abandonando
toda relación de afiliación directa con el ámbito de la religiosidad popular.
Fue las gran “desbandá”. Aquellos que mantuvieron cargos durante el régimen
franquista en las Cofradías desaparecieron, unos volvieron más tarde, cuando
vieron que existía normalidad en la vida pública y nos les perjudicaban en su
ámbito personal y profesional.
El Movimiento Nacional y el CNS,
con su millón de funcionarios, se integraron en la Función Pública,
equiparándose a los funcionarios de carrera de la Administración del Estado,
pero salvo algunos que se mantuvieron arrimando el hombro con pasión en las
Cofradías, las cuales estaban incardinadas a estos Centros Directivos o en
otros similares, de vinculación político-social con el régimen autoritario, de
la inmensa mayoría de cofrades funcionariales no se supo nada. Lo peor de todo,
es que con ellos, se fue una parte de la historia y también de documentación y
patrimonio, terminando en el basurero.
Llegamos jóvenes de familias heterogéneas, sin alguna vinculación política, neófitos en el concierto cofrade, y solo tuvimos tiempo para no pensar en exigir responsabilidad por determinadas conductas irregulares, que nos hicieron perder un patrimonio que teníamos el uso y disfrute, en aras a los fines pastorales que perseguían las Cofradías. La Cofradía del Silencio, solo recuperó parte de su patrimonio artístico de culto, gracias a hombres como Federico Bueno Haro, Francisco Sierra Guirado y Miguel Aparicio Rodríguez. Sin embargo, se nos ordenó devolver los inmuebles sin ningún tipo de indemnización, cuya obligación por imperativo, nos obligó a quedarnos en la calle, y tener que buscar alojamiento en cocheras o locales para guardar y custodiar los tronos y otros enseres, sí no queríamos que se nos expropiara, sin ningún procedimiento administrativo reglado.
Teníamos temor, a que los nuevos
gestores del sistema con corbata y largas melenas, sin la uniformidad
protocolaria del pasado, ya no se sentían autoridades, eran muchos de ellos los
mismos pero con otro rol democrático, como de toda la vida, sí veían una
actitud poco colaboracionista, pudiesen actuar en sentido beligerante, y las
medidas requisitorias se convirtieran en otras más gravosas para los intereses
de la propia Cofradía. Se nos requisó, sin ningún tipo de justiprecio, una
casa-local en la calle Cucarro, dónde estaba el paso o trono de la Virgen del
Consuelo y donde repartíamos las túnicas, así como, otros habitáculos en la
llamada “Granja” en Los Molinos.
También, las Cofradías quitaron
de sus enseres todo aquello que les pudiera relacionar con el anterior régimen,
quitándose de los báculos la simbología de la Organización Sindical, y
cambiando algunos de sus nombres, o dejándolos en el rescoldo de las tibiezas:
Excautivos – El Prendimiento. Algunas Cofradías sufrieron amenazas, que nunca
llegaron a materializarse en ningún hecho luctuoso, pero sí hizo que, se
adoptaran medidas preventivas. En el trono de la Virgen de la Mercede, durante
la procesión del Miércoles Santo de 1978, fue escoltado prudentemente, por
hombres y mujeres vestidas de nazarenos, pertenecientes, muchos de ellos, a una
formación política, para evitar que
nadie se acercase al mismo y pudiese pintar en su manto algunos signos de
carácter marxista. Había ocurrido en otros lugares de Andalucía.
El Jueves Santo de 1979, antes de
la salida desde el Convento de los franciscanos de la Cofradía del Silencio,
unos individuos nos encrespaban porque llevábamos una escuadra de gastadores de
la Guardia Civil, y que tras unas palabras entre los fieles presentes y éstos,
desistieron de hacer más ruido mediático. Sufrimos también el abandono de los
medios de comunicación, los cuales, tras pasar del control del Estado al ámbito
privado, nuestra presencia se reducía a párrafos escuetos y previamente
normalizados por los redactores, sin muchas más explicaciones, y poca
producción literaria y fotográfica. A penas se sabía que estábamos en Semana
Santa y Cuaresma sí no fuese por TVE.
Ahora, en la lejanía de los
cuarenta años que han transcurrido, se ven las cosas con cierta normalidad,
pero hay que sacar como conclusión, que el nacional-catolicismo
no hizo nada bien al ámbito de la religiosidad popular, no tanto, como las ideas
bolcheviquizadas de quemar conventos,
iglesias y otros atropellos mortales a curas y laicos por ser creyentes, pero
sí, influyó para que tras la vinculación existente, en Almería, en concreto,
desapareciesen las Cofradías. Por ello, las relaciones de sociabilidad y
socialización entre las Cofradías y la vida política debe ser siempre
institucional, y evitaremos en un futuro mediato, cualquier tipo de desajustes
o disociaciones inorgánicas en sistema organizacional y funcional de las
Hermandades.
Rafael Leopoldo Aguilera
Publicado en el DIARIO DE ALMERIA 24.03.2015
Rafael Leopoldo Aguilera
Publicado en el DIARIO DE ALMERIA 24.03.2015
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