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Iconografía del Cartel Oficial de la Semana Santa de Almería

FUE para mí todo un privilegio exaltar el cartel, obra del pintor portuense José Manuel Perea Perdiguero, que concentra en su más pura esencia toda la majestuosidad de la pasión almeriense en el discurrir penitencial de la Hermandad Eucarística y Cofradía de Nazarenos de la Santa Cena y María Santísima de Fe y Caridad.

Contemplamos una bellísima pintura al óleo cuyo cielo nocturno ha sido trabajado a base de veladuras y transparencias sobre base seca, técnica utilizada en el Renacimiento. Empieza el artista de arriba abajo con pinceladas impresionistas, ágiles, trabajando toda la gama de fríos azules que estallan en el cielo…consiguiendo una atmósfera nocturna con neblina que preside la luna llena. En su descenso, la pincelada certera va ganando en realismo detallista.

En su margen derecha, el autor centra todo el protagonismo principal en Jesús de Nazaret en su última cena, imagen cristífera destacada que salió de la gubia de  Navarro Arteaga. Para ello ha sacrificado el resto del apostolado del  paso de Misterio de la Santa Cena. Erguido, mayestático, rodeado de un aura mística  e iluminado su figura por la luz de las tres potencias,  emerge el Señor en primer plano.

Sus cabellos oscuros divididos en medio de la frente, derraman sobre los hombros. Los ojos, verde miel, conceden una mirada estremecedora, que subyuga a todos. La barba poblada y partida compone un rostro mitad divino, mitad viril. Aunque en reposo, transmite energía con su gesto sublime de manos, de perfecta proporción, solo concebidas para perdonar, acoger, sanar, devolver la vida, dar de comer al hambriento  o bendecir al pecador.  La mano izquierda se aproxima al pecho acentuando su dolor por la traición de Judas, extendiendo la mano derecha para entregar su corazón en actitud de perdón. Con terciopelo burdeos, el pintor resalta la túnica que viste el Señor, bordada en oro fino, como el cinto que aprieta su cintura y cae en borlas. El pecherín de forma triangular y fileado en cordón, está ricamente decorado con adornos de hojarasca bien perfilados.

A sus pies, encontramos en segundo plano superpuesto, una escena nocturna que responde  a la más tradicional dramaturgia procesional almeriense. Con cierta perspectiva desfilan en estación de penitencia los personajes pasionistas secundarios que conforman el cortejo de la Cena. Dos faroles de alpaca  flanquean la Cruz de Guía para iluminarla en su lento avance, abriendo el desfile. De madera de raíces lleva el escudo de la Hermandad apenas intuido y cuatro potencias, en madera dorada, colocadas en la intersección del asta y los brazos para componer la Santísima Cruz de Jerusalén.

Seguidamente caminan 3 Nazarenos con sus varas de mando, con equipo penitencial blanco y antiguo rojo. Los acólitos ataviados con casullas  agitan sus incensarios creando una atmósfera cargada de olores, y los ciriales con sus altas pértigas también ornamentadas en metal plateado iluminan el tramo de la Virgen. Al final del plano parece avanzar mecida por sus costaleros y tintineantes bambalinas el Palio de la Santísima Virgen de Fe y Caridad, con su enorme manto de color rojo granate. Representa el profundo dolor corredentor de la Virgen madre.

La luz que irradia de la candelería del palio es suficiente para dotar a la Plaza de la Catedral de la Encarnación de una iluminación despertina, que se extiende a la torre de las campanas de la Catedral, el añoso lienzo con sus contrafuertes y las 3 longilíneas palmeras que no hace mecer viento alguno, un reenvío a la Santísima Trinidad. 

A modo de faldón, el autor ha recortado silueteada de color grisáceo nuestra  sempiterna Alcazaba, una vista que queda gravada en la retina de todos los devotos marianos que se agolpan para disfrutar  en los revirajes de la calle del recordado Poeta José Ángel Valente, momento estelar cuando la Virgen va al encuentro del Convento de las Puras.

Ginés Valera Escobar
Hermano de la SANTA CENA

                                  

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