La poesía española está de luto. Ha muerto a los 41 años Ana
Santos, responsable, junto a Pedro J. Miguel, de El Gaviero Ediciones, un sello
que en pocos años se ha convertido en un referente de la nueva poesía española.
Santos, víctima de un cáncer contra el que luchaba hacía
años, nació en 1972 en Guadalajara, pero vivía junto a su compañero en Almería.
Había estudiado Historia, sus primeros trabajos fueron en el terreno de la
arqueología, aunque pronto el mundo de la edición independiente (y la gestión
cultural) le atrapó por completo.
El primer proyecto (un “pequeño anfibio inmortal”) fue la
revista Salamandria, una publicación que vio la luz en 1997 con el objetivo de
integrar literatura y arte. Veinte números muestran esa inquietud por combinar
nombres consagrados de la poesía con la búsqueda incesante –que caracterizó su
posterior trayectoria- de nuevos talentos.
Arqueología editorial
El 23 de febrero de 2004, Ana Santos y Pedro J. Miguel
inauguraban El Gaviero con la idea de “tentar la suerte” con una “editorial
bonsái”. Una editorial que entiende el libro como un objeto artístico que hay
que cuidar tanto por dentro como por fuera, con ejemplares numerados,
exclusivos, y con un meticuloso diseño.
En esa labor es en la que Santos recupera su primera
formación arqueológica, rastreando nombres, poéticas, combinatorias. Con unos
recursos muy limitados va construyendo un catálogo cada vez más sólido. Uno de
los últimos trabajos es mano a mano con su hija, la poeta Luna Miguel (Almería,
1990), con la que hace posible Vomit, una antología de poesía norteamericana.
Juan Pardo Vidal, quien publicó su libro Tus muertos con El
Gaviero, explica que Santos “sabía cómo desenterrar el pasado de los fenicios
en Abdera y cómo encontrar autores y autoras que, por razones distintas, ella
quería mostrar al mundo. Su labor editorial en se centró principalmente en
textos poéticos, sin embargo es curioso que a los autores almerienses que más
le debemos nos publicara en prosa, y es que Ana sabía encontrar lo que buscaba,
ése era su trabajo. Con naturalidad supo dar con rarezas de calidad
incuestionable, editar de una forma distinta, convertirse en Ana Gaviera”.
Pardo Vidal afirma que la joven editora supo demostrar que
una editorial “puede vender sin necesidad de una distribuidora y sin tener que
pagarles el peaje de treinta y tantos por ciento, enseñarnos que los libros son
objetos únicos y no churros en serie, defender que la calidad de la poesía no
está en el nombre del autor sino en su obra”.
Se despidió, nos dice el autor, ofreciendo un ejemplo de
entereza: “nos hizo sentir orgullosos y diminutos frente a una mujer tan
pequeña y tan grande”.
Una sonrisa delicada
Antonio García Villarán, editor de Cangrejo Pistolero e
impulsor del festival Perfopoesía, recuerda a Ana Santos como un espejo en el
que mirarse. “Ha sido para muchos de nosotros mucho más que una compañera de
viaje en este complejo mundo editorial. Su amor por la edición inspiró a
muchos, y su gusto por las apuestas literarias distintas y el trabajo bien
hecho han llenado de matices este mundo poético en el que algunos privilegiados
nos movemos”, sostiene.
García Villarán destaca su visión del mundo editorial: “era
la de una salvaje en una isla flotante. Fue de las primeras que apostó fuerte
por la red, y eso hace unos años no era común” y “abrazó la poesía mimándola
hasta el delirio, la serenidad de la que se sabe lluvia de vida”. “Me quedo con
su sonrisa, que es el espejo de su proyecto editorial, una brisa marina y luz
que nos acompañará por mucho tiempo”, dice aLaVanguardia.com.
Los que conocieron de cerca a la editora recién fallecida
coinciden en su constante sonrisa, “en cualquier circunstancia y estado, una
sonrisa tremendamente delicada”, nos comenta el poeta Felipe Zapico, quien
coincidió con ella en 2010, en la Feria de Soria.
No sólo dejó huella Ana Santos en sus autores. También en
los libreros de proximidad, con los que estableció una relación de auténtica
complicidad. Así lo relatan los responsables de Pequod Llibres, Consuelo y
Pere: “Ana contactó con nosotros al poco de abrir Pequod. Estábamos
especializados en narrativa y además éramos libreros noveles, no conocíamos a
muchos editores por aquel entonces. Y Ana nos descubrió con El Gaviero un modo
de editar poesía contemporánea que nos cautivó. Si en algún momento quisimos
crear una pequeña sección de poesía en la librería y descubrir nuevos poetas
fue por ella, y después fuimos añadiendo otras editoriales de poesía que nos
gustaban. Pero El Gaviero fue la primera. Cada uno de sus libros gavieros son
una joya única y aquí lo seguirán siendo, en su honor, para siempre”.
El olfato para los jóvenes
El poeta Agustín Calvo Galán, responsable del proyecto
Afinidades electivas, subraya de Santos el “olfato para la poesía joven y el
gusto por el libro como objeto bien acabado, bello; dando un envoltorio idóneo
para cada libro, como también el papel de la páginas, la materia prima del
libro: siempre de excepcional calidad”. “Creo que es una gran pérdida para la
poesía española y también para la edición de calidad”, concluye.
Del mismo modo, Uberto Stabile, coordinador de EDITA
(encuentro internacional de editores independientes), afirma que “El Gaviero es
una editorial independiente modelo, de esas que sirven de referencia por su
catálogo y el cuidado de sus ediciones, y Ana poesía una personalidad
extraordinaria”.
Ana Santos, la gaviera, ahora vuelve al mar. Oteando el
enorme legado que ha dejado en el horizonte.
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