CUANDO el reloj parroquial en la iglesia san Isidro Labrador, del vetusto y señero barrio de Regiones Devastadas, actualmente Regiones, marcaba las seis en punto de la tarde, las grandes puertas de los aledaños de los salones parroquiales se abrieron al sonido de la campana del Diputado Mayor de Gobierno para dar comienzo el cortejo procesional de familiar Cofradía de La Estrella. Todo cuanto acontecía se convirtió en minutos en un bello templo exterior con los aromas de claveles e incienso y una multitud de miles de personas, feligreses y venidos de otras latitudes para ver tan impresionante cortejo procesional alentado por todo un castizo barrio almeriense.
Mientras, en sus calles con claras reminiscencias arquitectónicas realizadas en los años cincuenta por el Instituto Nacional de Colonización, miles de almas y corazones impregnados de solemnidad litúrgica se agolpaban para ver con unción piadosa el cortejo procesional, presidido por la elevada cruz de guía y dos faroles en alpaca repujados plateados portados por penitentes, revestidos con túnicas blancas y antifaz, capa y cíngulo de intenso color azul, reflejo del mar Mediterráneo almeriense, al que acompañaban un primer tramo de nazarenos con espíritu cofrade y largos cirios, que servirían posteriormente para alumbrar las penumbras callejuelas de la milenaria Almería. En total 140 nazarenos con cirios dirigidos en una misma sinfonía penitencial por los diputados de tramo.
Avanzaba la procesión penitencial con las insignias propias de las banderas de tramo, sin pecado concebida, estandarte de la corporación cofrade y libro de reglas, toda una teología de la pasión, para ver llegar, a los bellos sonidos de la Banda de cornetas y tambores de Santa Cruz de Almería, el paso mayestático, majestuoso, de Nuestro Padre Jesús de las Penas dirigido por José Cabrera Rueda, y profusamente adornado por claveles rojos sangre. Muchas personas al pasar el Misterio se persignaban, se arrodillaban incluso se daban tres golpes en el pecho en señal de penitencia al Señor de la Vida y la Esperanza.
Tras el paso de Misterio, perfumado con el aroma floral de lirium y claveles blancos el paso de Palio, la Virgen de la Estrella, Estrella luminosa del Domingo de Ramos, y cuya imagen sagrada es un compendio del consuelo silencioso y esperanzador de la luz de la resurrección, transmitiéndonos con la pena el suspenso el alma, aliviada por los fuertes costaleros dirigidos por el capataz general Manuel López Álvarez y Jesús Ruiz Suárez, a los sones melodiosos de la Banda de Música de Santa Cecilia de Sorbas que interpretó la nueva marcha dedicada Pasión por la Estrella de los autores Juan Antonio Castejón y Agustín Clemente.
Un recorrido largo hasta llegar a la carrera oficial, en donde todos cuantos integraban el cortejo, penitentes, costaleros, acólitos, mantillas, Cuerpo de Protección Civil de la Diputación Provincial, Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, y presidencia integrada por el carismático Hermano Mayor Manuel Navarro Domene y el santo sacerdote y canónigo Enrique Sánchez Sánchez, quienes hicieron todos y todas un gran esfuerzo en ese peregrinaje del Domingo de Ramos al corazón de la ciudad, en señal de testimonio fervoroso en la tradición popular de todo un barrio almeriense como es el de Regiones entorno a su parroquia.
Fue toda una tarde noche sin igual, y bien alcanzada la madrugada, alargando los aleluyas del Domingo de Ramos, el contemplar con pura emoción y fervor, esta perfecta y sugestiva armonía entre el arte, señorío y austeridad, que ofreció a los almerienses, la procesión de la Hermandad de penitencial y sacramental de La Estrella a la tradición de la religiosidad popular almeriense.
La Hermandad estuvo igualmente arropada en tu trayecto por el quejido amoroso de las saetas en las voces de Antonio García "Niño de las Cuevas", Antonia López, Ana Mar García, Conchi Pérez y José Berenguer, así como de la presencia gubernativa de las autoridades municipales y provinciales en diversos momentos del recorrido y en tribunal oficial junto a los miembros de la Agrupación de Cofradías mostrando con ello el acercamiento institucional a las tradiciones multiseculares de la Semana Santa de Almería declarada de Interés Turístico Nacional.
Mientras, en sus calles con claras reminiscencias arquitectónicas realizadas en los años cincuenta por el Instituto Nacional de Colonización, miles de almas y corazones impregnados de solemnidad litúrgica se agolpaban para ver con unción piadosa el cortejo procesional, presidido por la elevada cruz de guía y dos faroles en alpaca repujados plateados portados por penitentes, revestidos con túnicas blancas y antifaz, capa y cíngulo de intenso color azul, reflejo del mar Mediterráneo almeriense, al que acompañaban un primer tramo de nazarenos con espíritu cofrade y largos cirios, que servirían posteriormente para alumbrar las penumbras callejuelas de la milenaria Almería. En total 140 nazarenos con cirios dirigidos en una misma sinfonía penitencial por los diputados de tramo.
Avanzaba la procesión penitencial con las insignias propias de las banderas de tramo, sin pecado concebida, estandarte de la corporación cofrade y libro de reglas, toda una teología de la pasión, para ver llegar, a los bellos sonidos de la Banda de cornetas y tambores de Santa Cruz de Almería, el paso mayestático, majestuoso, de Nuestro Padre Jesús de las Penas dirigido por José Cabrera Rueda, y profusamente adornado por claveles rojos sangre. Muchas personas al pasar el Misterio se persignaban, se arrodillaban incluso se daban tres golpes en el pecho en señal de penitencia al Señor de la Vida y la Esperanza.
Tras el paso de Misterio, perfumado con el aroma floral de lirium y claveles blancos el paso de Palio, la Virgen de la Estrella, Estrella luminosa del Domingo de Ramos, y cuya imagen sagrada es un compendio del consuelo silencioso y esperanzador de la luz de la resurrección, transmitiéndonos con la pena el suspenso el alma, aliviada por los fuertes costaleros dirigidos por el capataz general Manuel López Álvarez y Jesús Ruiz Suárez, a los sones melodiosos de la Banda de Música de Santa Cecilia de Sorbas que interpretó la nueva marcha dedicada Pasión por la Estrella de los autores Juan Antonio Castejón y Agustín Clemente.
Un recorrido largo hasta llegar a la carrera oficial, en donde todos cuantos integraban el cortejo, penitentes, costaleros, acólitos, mantillas, Cuerpo de Protección Civil de la Diputación Provincial, Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, y presidencia integrada por el carismático Hermano Mayor Manuel Navarro Domene y el santo sacerdote y canónigo Enrique Sánchez Sánchez, quienes hicieron todos y todas un gran esfuerzo en ese peregrinaje del Domingo de Ramos al corazón de la ciudad, en señal de testimonio fervoroso en la tradición popular de todo un barrio almeriense como es el de Regiones entorno a su parroquia.
Fue toda una tarde noche sin igual, y bien alcanzada la madrugada, alargando los aleluyas del Domingo de Ramos, el contemplar con pura emoción y fervor, esta perfecta y sugestiva armonía entre el arte, señorío y austeridad, que ofreció a los almerienses, la procesión de la Hermandad de penitencial y sacramental de La Estrella a la tradición de la religiosidad popular almeriense.
La Hermandad estuvo igualmente arropada en tu trayecto por el quejido amoroso de las saetas en las voces de Antonio García "Niño de las Cuevas", Antonia López, Ana Mar García, Conchi Pérez y José Berenguer, así como de la presencia gubernativa de las autoridades municipales y provinciales en diversos momentos del recorrido y en tribunal oficial junto a los miembros de la Agrupación de Cofradías mostrando con ello el acercamiento institucional a las tradiciones multiseculares de la Semana Santa de Almería declarada de Interés Turístico Nacional.
Rafael Leopoldo Aguilera
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