ESTABA atardeciendo el Lunes Santo del señalado e histórico día 14 de abril (proclamación de la II República) en la bahía almeriense, con la neblina de los últimos rayos de sol y la brisa marina que impregnaba el barrio marino y marinero del Zapillo en torno a la iglesia parroquial de San Pío X, bajo el rectorado del Rvdo. Francisco Fernando Lao, para ver con austero silencio barroco, el cortejo procesional de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, un Nazareno, obra artística de Navarro Arteaga, con sobria túnica morada y con la cruz a cuestas en su paso churrigueresco, camino del quinto Evangelio según Almería, repartiendo en el atardecer del primaveral día anochecido mucho más amor y perdón que soberanía.
Una cofradía joven, pero con los primitivos cánones de nuestras Cofradías centenarios pre-conciliares en la autenticidad del silencio de las pisadas de sus cincuenta costaleros, 35 calzaba, dirigidos por Manuel Sánchez Amate, y doscientos penitentes, presididos todos ellos y ellas por el Hermano Mayor Francisco José García Guzmán, revestidos estos con la negritud de sus vestimentas de cola cinturón de esparto recogidos, y cuyo único sonido en el cortejo procesional es el golpe del llamador del martillo del capataz y del crujir de la madera de las trabajaderas al caer sobre la cerviz de los cargadores de la fe, y a lo lejos, el siempre quejido amoroso andaluz de las saetas, que a lo largo del recorrido le rezaron nuestros saeteros almerienses de la Peña el Morato como un hálito de esperanza en la melancólica noche almeriense.
Un largo trayecto de bella estampa de la milenaria Almería a través de la Avenida de Cabo de Gata, cubierta por cientos de altas palmeras, que hacen de bóvedas catedralicias, hasta llegar con racheado paso a los dinteles de los arcos de piedra picada del cargadero de mineral camino de la carrera oficial, tras pasar con un silencio de réquiem y contrita memoria por el Parque Víctimas del Terrorismo.
Qué mayor dolor y traspaso en la penitencial Cofradía del Gran Poder camino de su Estación penitencial en la penumbra carrera oficial, tras la protocolaria venia de amanuenses, iluminada tenuemente por los candelabros sacramentales, extendidos sobre los claveles rojos sangre del ornamentado paso, obra de Ibáñez Valles, y el afligido respeto que causa en los fieles y viandantes la imagen sagrada, que acallan sus conversaciones para presenciar el ignominioso divino rostro; otros se persignan, otros hincan la rodilla, otros rezan, otros lloran, otros piden trabajo, trabajo y salud para trabajar.
Muchos cúmulos de apesadumbramiento y aflicción se ven en estos momentos de grandes tribulaciones económicas y sociales en los rostros de quienes siguen el caminar de este Cristo del Gran Poder por los adentros amurallados de la milenaria Taifa amurallada de Almería.
El regreso de la Cofradía del Gran Poder del barrio de El Zapillo por el mismo lugar que la ida, vuelta a la periferia del casco histórico, al barrio carmelita del Zapillo, y tras hacer una revirá en la peatonal calle Reyes Católicos, esquina Rueda López, camino del Malecón, deja frente al cortejo la coqueta iglesia de la Sagrada Familia, conocida para los almerienses como san Nicolás, la cual se encontraba cerrada al tránsito del cortejo, y que años atrás estaba abierta al culto de los fieles de la iglesia católica de rito latino, y actualmente adscrita a la iglesia Greco-Católica Rumana de rito bizantino.
La vuelta a la sede canónica es de absoluto silencio mortificador, sin más música que el compás de las sinfonías silenciosas de las plegarias de sus penitentes y el sonido de la suave marejada del mar mediterráneo.
Rafael Leopoldo Aguilera
http://www.elalmeria.es/article/semanasanta/1752057/silencio/barroco/con/gran/poder/barrio/zapillo.html
Una cofradía joven, pero con los primitivos cánones de nuestras Cofradías centenarios pre-conciliares en la autenticidad del silencio de las pisadas de sus cincuenta costaleros, 35 calzaba, dirigidos por Manuel Sánchez Amate, y doscientos penitentes, presididos todos ellos y ellas por el Hermano Mayor Francisco José García Guzmán, revestidos estos con la negritud de sus vestimentas de cola cinturón de esparto recogidos, y cuyo único sonido en el cortejo procesional es el golpe del llamador del martillo del capataz y del crujir de la madera de las trabajaderas al caer sobre la cerviz de los cargadores de la fe, y a lo lejos, el siempre quejido amoroso andaluz de las saetas, que a lo largo del recorrido le rezaron nuestros saeteros almerienses de la Peña el Morato como un hálito de esperanza en la melancólica noche almeriense.
Un largo trayecto de bella estampa de la milenaria Almería a través de la Avenida de Cabo de Gata, cubierta por cientos de altas palmeras, que hacen de bóvedas catedralicias, hasta llegar con racheado paso a los dinteles de los arcos de piedra picada del cargadero de mineral camino de la carrera oficial, tras pasar con un silencio de réquiem y contrita memoria por el Parque Víctimas del Terrorismo.
Qué mayor dolor y traspaso en la penitencial Cofradía del Gran Poder camino de su Estación penitencial en la penumbra carrera oficial, tras la protocolaria venia de amanuenses, iluminada tenuemente por los candelabros sacramentales, extendidos sobre los claveles rojos sangre del ornamentado paso, obra de Ibáñez Valles, y el afligido respeto que causa en los fieles y viandantes la imagen sagrada, que acallan sus conversaciones para presenciar el ignominioso divino rostro; otros se persignan, otros hincan la rodilla, otros rezan, otros lloran, otros piden trabajo, trabajo y salud para trabajar.
Muchos cúmulos de apesadumbramiento y aflicción se ven en estos momentos de grandes tribulaciones económicas y sociales en los rostros de quienes siguen el caminar de este Cristo del Gran Poder por los adentros amurallados de la milenaria Taifa amurallada de Almería.
El regreso de la Cofradía del Gran Poder del barrio de El Zapillo por el mismo lugar que la ida, vuelta a la periferia del casco histórico, al barrio carmelita del Zapillo, y tras hacer una revirá en la peatonal calle Reyes Católicos, esquina Rueda López, camino del Malecón, deja frente al cortejo la coqueta iglesia de la Sagrada Familia, conocida para los almerienses como san Nicolás, la cual se encontraba cerrada al tránsito del cortejo, y que años atrás estaba abierta al culto de los fieles de la iglesia católica de rito latino, y actualmente adscrita a la iglesia Greco-Católica Rumana de rito bizantino.
La vuelta a la sede canónica es de absoluto silencio mortificador, sin más música que el compás de las sinfonías silenciosas de las plegarias de sus penitentes y el sonido de la suave marejada del mar mediterráneo.
Rafael Leopoldo Aguilera
http://www.elalmeria.es/article/semanasanta/1752057/silencio/barroco/con/gran/poder/barrio/zapillo.html
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